Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 8
Diálogo Intercultural
El Foro puso
de relieve, a través de
premios una infinidad
de acciones solidarias
de distintos grupos
sociales o personas,
ONG y empresas. La
bondad “organizada”
de muchos ha ido, y
va, tejiendo una red
fuerte y subterránea
que sostiene,
da fuerza y esperanza
a muchísimos.
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así, al otro se lo mira como un posible
peligro, como un competidor que quita espacios vitales, que puede poner en
discusión las posiciones de bienestar adquirido.
Y sin embargo, justo en estos tiempos de egoísmos individuales y de grupo, urge redescubrir la ética del “don”, de
la gratuidad inesperada, que marca una
fractura y una provocación saludable,
una paradoja que nos obliga a un cambio de mentalidad y de vida, superando
aquella visión mercantil y económica de
la existencia, del poseer y del tener,
que parece caracterizar la relaciones entre personas e instituciones, sea a nivel nacional como
internacional.
Hacerse cargo de las fatigas
de los demás significa estar dispuestos a compartir lo que tenemos, lo que somos, exorcizando el
miedo, hijo de la ignorancia que nos
empuja a levantar muros, a construir
barreras y ver enemigos al acecho por
todos lados.
Sin embargo, hemos salido de la barbarie del homo homini lupus a través de la
acogida del mandamiento: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Es desde aquí, en
esta divisoria de aguas, que ha comenzado una nueva civilización.
La historia no ha sido construida
por las guerras, que siempre ha llevado
a ruinas, sino por la acción revolucionaria del amor. Por eso, si miramos en las
profundidades, mas allá de las superficie de las cosas, non damos cuenta que
el bien actúa, a pesar de todo, entre los
pliegues de los acontecimientos. Solo
quien ama logra ver los fermentos del
bien presentes en la sociedad. El bien
no está en la primera página, opera en
el silencio, entre las casas, en los barrios
de nuestras ciudades, en las escuelas, en
las iglesias de las periferias, en los hos-
pitales. “Solo con el corazón se ve al bien. Lo
esencial es invisible a los ojos”, dice el Principito.
En cada persona alberga un germen
de bien, de verdad, de amor y nadie es
tan pobre como para no tener algo para
compartir, algo de sí mismo, de su tiempo, de sus recursos morales, espirituales y materiales, con los demás. Todos,
sin excepción, tenemos la necesidad de
amar y de ser amados, acogidos y perdonados. La bondad está inscrita en nuestros cromosomas; la llevamos dentro de
nosotros como un sello de humanidad.
La bondad es una gran virtud cívica; es
el fundamento de una nueva ciudadanía
abierta hacia el futuro.
Si nos quitáramos la miopía interior,
se nos abriría todo un nuevo horizonte:
personas, hombres y mujeres que en silencio y con generosidad se hacen cargo del peso y las fatigas de los demás,
no como algo ocasional sino como un
compromiso de vida. Nuestra propia
conciencia advierte un cierto malestar
por una vida no auténtica y sin sentido:
porque en lo más hondo del alma del
ser humano está la nostalgia del bien, el
deseo de justicia y de verdad más allá de
todo. En efecto, como afirmaba Paul Ricoeur: “El mal, por cuanto arraigado sea, no
es tan profundo como la bondad”.
En este sentido una de las tareas del
Foro Ecuménico Social, en todos estos
años, ha sido poner de relieve, a través
del Premio al Emprendedor Solidario,
una infinidad de acciones solidarias que
distintos grupos sociales o personas individualmente, ONG o empresas, a lo
largo y ancho de todo el país, han puesto en marcha y hoy en día siguen llevando adelante.
La bondad “organizada” de muchos
ha ido, y va, tejiendo una red fuerte y
subterránea que sostiene, da fuerza y esperanza a muchísimas personas.