Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 64

Crisis ética y economía Los arreglos forzados desde el poder, sin un proyecto o base compartida, también implican resistencias en el plano de lo social que consumen a la organización y finalmente la hacen inviable. 82• FORO plica una actitud resignada frente a lo imprevisto o impensado, sino que debe ser parte de una estrategia proactiva desde la dirección frente a la complejidad. En la obra sobre Trabajo y Subjetividad (2005), L. Schvarstein, 2005, destaca cómo este clima influye sobre la salud psíquica de las personas. En este sentido señala la necesidad de respetar el contrato psicológico que se construye en la relación de trabajo. Dicho autor refiere al contrato psicológico “como un conjunto de expectativas recíprocas en cuanto a derechos y obligaciones, en gran parte de naturaleza inconsciente, de carácter informal, dinámico, y fuertemente relacionado con el reconocimiento recíproco que necesitan tanto la persona como la organización”. El tema de la salud tiene que ver con la distancia y la congruencia entre las demandas de la empresa y las expectativas de los individuos, con la posibilidad de cumplimiento de los compromisos esperados. He señalado la forma en que la gerencia social trata con esta incertidumbre ambiental y la complejidad en las relaciones. Reconoce las dualidades entre los valores de la organización y las exigencias de la realidad cotidiana (por caso, la constante demanda de productividad y reducción en los costos de producción). Cuando se razona desde el interés de los grupos dominantes y sus fines sectoriales, no hay una sincera preocupación por estos temas, y sí una tendencia a explicar cómo el crecimiento permite afrontar dichos costos sociales (no evitarlos). He sostenido que el camino deseable no consiste en negociar para pagar los costos sociales de la supervivencia en un entorno agresivo, porque ello hace de la organización un espacio inestable e injusto en términos sociales. Se trata, en cambio, de actuar pensando en un de- sarrollo sustentable y no en pactos transitorios para cubrir fisuras que de todos modos seguirán operando bajo la superficie, resistiendo a las condiciones de injusticia en la organización. Los arreglos forzados desde el poder, sin un proyecto o base compartida, también implican resistencias en el plano de lo social que consumen a la organización y finalmente la hacen inviable. Para superar las limitaciones de la complejidad, es prioritario repensar la organización. No solo como un equilibrio de aportes y retribuciones sino considerando el acuerdo de voluntades tras un proyecto compartido sobre principios de equidad. La pregunta es: ¿por qué los directivos habrían de aceptar esta ampliación del enfoque de conducción desde la eficacia hacia la responsabilidad social? Al respecto, existen factores de orden ideológico que requieren un debate previo para construir una voluntad política, porque no se trata solo de discutir la factibilidad técnica de un enfoque. Se requiere superar el razonamiento basado en el poder dominante o los intereses que promueven la lucha competitiva en la organización. Corresponde plantear el debate sobre la eficacia y la sustentabilidad social, sus relaciones, sus aspectos complementarios y excluyentes. Desde la conducción, se requiere buscar la congruencia entre los objetivos múltiples de la organización, que provocan ambigüedades. Hay diversidad por los múltiples actores que sostienen la organización, como también por las dispares exigencias que se plantean desde el contexto. La idea de la colaboración se relaciona con la existencia de un proyecto compartido. No como forma de persuadir o parte del discurso ideológico de la dirección. Refiere a una capacidad derivada del compromiso de los integran-