Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 18

Diálogo Intercultural Un Dios que se insinúa como promesa incumplida en el amor de una mujer. En definitiva, es la fe propia del vitalismo latinoamericano que Neruda no pudo arrancar de su alma chilena. de Neruda, y a la vez su tono latinoamericano, si no se destaca la dimensión marcadamente social que fue adquiriendo su poesía. Si bien, al respecto, aparecen en sus escritos algunas críticas a personajes eclesiásticos, también hay reconocimientos positivos a la fe que se vuelve compromiso con el otro. Así lo vemos en el poema a Bartolomé de las Casas: Padre Bartolomé, gracias por este regalo de la cruda medianoche... Pocas vidas da el hombre como la tuya, pocas sombras hay en el árbol como tu sombra... Padre, fue afortunado para el hombre y su especie que tú llegaras a la plantación... Eras realidad entre fantasmas encarnizados, eras la eternidad de la ternura... Deja en mi corazón el vino errante y el implacable pan de tu dulzura (CG, IV, 2). Por otro lado, de algún modo expresa que la capacidad de donarse uno mismo a los demás es un atributo divino: “que quien se da no se termina, porque hay en él pulpa divina” (El estribillo del turco, C). El amor de la mujer no podría entenderse como una auténtica fuerza espiritual si no se tratara de un amor abierto al dolor de los pobres. En Neruda, el amor cargado de sensualidad desbordante, logró ese éxtasis social. La obra que lo expresa mejor es “Los versos del capitán”, terminada en 1951 pero reconocida públicamente en 1963. Adorada, me voy a mis combates. Arañaré la piedra para hacerte una cueva y allí tu capitán te espérala con flores en el lecho... Ahora voy a contarte: Mi tierra será tuya, yo voy a conquistarla, no sólo para dártela, sino que para todos, 36• FORO para todo mi pueblo... Dulce mía, adorada, vendrás conmigo a luchar cuerpo a cuerpo. Su identificación con los pobres y sufrientes, a la que la amada es convocada, se expresa también en otras partes de la obra: Ven conmigo. ¿Quiénes son los que sufren? No sé, pero son míos. Ven conmigo... Oh tú, la que yo amo, pequeña, grano rojo de trigo, será dura la lucha, la vida será dura, pero vendrás conmigo. Luego pasa por un período de angustiosa desilusión que lo lleva a confesarse “cansado de ser hombre”. Pero este sueño de liberación social reaparece, más sereno y meditativo, y quizás religioso, hasta el final de su vida: Cada Navidad que pasa nos acerca al año 2000. Para esa alegría futura, para esa paz de mañana, para esa justicia universal, para esas campanas del año 2000 hemos luchado y cantado los poetas (Confieso que he vivido). Pero, paradójicamente, es esta misma sensibilidad social la que vuelve conflictiva su relación con Dios. Neruda no puede comprender el silencio de Dios ante el dolor de los pobres, que al mismo tiempo son creyentes: Las pobres madres vestidas de negro habrán rezado mientras lloraron ya todas sus lágrimas (CG VIII, 16). Sus viajes por Oriente lo conectan con la religiosidad hinduista y budista, cuyos ritos despiertan en él cierto rechazo. Pero sobre todo lo inquieta advertir que, igual que en América Latina, la fuerte religiosidad de los excluidos con-