Revista Foro Ecuménico Social Número 10. 2013 | Page 16
Diálogo Intercultural
dencia divina, y en algunos de sus textos
aparece la negación de una determinada
imagen de Dios, aunque en otro nivel de
la conciencia brota de modo irrefrenable el anhelo de algo que supera todo lo
visible y que no posee los límites de lo
aferrable. Ya lo expresaba en la Canción
desesperada: “Ah más allá de todo. Ah
más allá de todo”.
Pero si el amor terreno no le da lo
que ofrece, el poeta no renuncia a pedírselo: “persistiré en tu gracia”. Más todavía, termina ofreciéndose al amor como
víctima sacrificial, entregándole la
propia libertad hasta lo último:
Libértame de mi. Quiero salir de mi alma...
Ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame.
Haz tambalear los cercos de mis últimos
límites... (HE, 8).
La trascendencia
que se promete
en la mujer no acaba
de entregarse. Por eso
la sed divina ahora
se manifiesta como
sed “eterna”,
como ansia que
no se serena, como
fatiga que no se cura,
y en el fondo como
un dolor inmenso.
34• FORO
Y este poema concluye precisamente diciendo: “¡Irme,
Dios mío, irme!”. Así Neruda expresó como pocos la dramática sed
de amor del corazón humano, que se
enciende ante el encanto de la mujer,
pero que percibe en ella un no se qué
sin límites, más allá de todo, que trasciende a la amada, aunque se insinúe y
se ofrezca en ella.
En sus escritos no aparecen constantes prejuicios en contra de la religión. Más bien las metáforas religiosas
aparecen con un tono positivo: “como
monjes humildes que estuvieran hilando las palabras de Dios” (Manos de ciego, RI). La obra Crepusculario es iniciada y concluida por temas religiosos. Las
últimas palabras del libro son “Perdónalos, Señor”. Es verdad que el primer
poema permite intuir cierta incomodidad de Neruda con los ritos de la Iglesia.
Prefiere “un sermón sin inciensos”, por
ejemplo. Pero valora profundamente el
Padrenuestro, “rezo de la vida sencilla”,
que “tiene un sabor de pan”. La conclusión del poema muestra bien que le re-
sulta más fácil comunicarse con Dios a
través de la naturaleza que a través del
culto oficial:
Y el Padrenuestro en medio de la noche se pierde,
corre desnudo por las heredades verdes
y todo estremecido se sumerge en el mar...
En esta obra la palabra “Dios” aparece repetidamente sin pudor, y llega a
expresar su admiración de un modo explícitamente religioso, dirigiéndose al Tú
divino:
Dios
¿de dónde sacaste para encender el cielo
este maravilloso crepúsculo de cobre?
Así todo nos lleva a reconocer que
el hombre culto, ilustrado, aparentemente agnóstico, convive con una fe sencilla, que comparte el alma profunda del
pueblo latinoamericano. Dios es así un
gran supuesto, sobre el cual él prefiere
no reflexionar, pero que aflora sin esfuerzo. Neruda no quería o no podía decirlo, pero lo divino brotaba siempre inevitablemente en el lenguaje que utilizaba,
que hasta parecía referirse a un proyecto
trascendente, preexistente, que le daba
sentido a las experiencias más hondas de
la vida:
Tal vez tu sueño se separó del mío
y por el mar oscuro me buscabas como antes,
cuando aún no existías.
Cuando sin divisarte navegué por tu lado
y tus ojos buscaban lo que ahora.
Pan, vino, amor y cólera
te doy a manos llenas.
Porque tú eres la copa que esperaba los dones de
mi vida (Noche en la isla, VC).
El poeta se abre a esperar eso que
nada de este mundo le puede dar, o bien,
como en este último poema, se deja asumir como símbolo de un don desbordante que responde a las necesidades
más profundas del corazón de la amada:
“Tú eres la copa que esperaba los dones
de mi vida”.