Revista Farol De Arte y Literatura
Vamos a jugar
Gerardo Licón
Durante las noches de primavera, el viento trae consigo unos
murmullos finos que bailan por los caminos y se esconden detrás de
las casas. La vocecita corre por los pastizales y se esconde detrás de
los árboles, invitándote a seguirla, con un suspiro suave que te dice
“vamos a jugar”, bailotea entre los charcos y se moja los pies en el río,
chapotea poco y después mucho mientras se carcajea, parece muy
feliz aunque siempre está solo...digo solo porque la voz es de un niño
como de nueve o diez años, pero no más grande que yo.
Una vez lo escuché brincar por los techos con su risita suave,
entonces se asomó por la ventana y me dijo: “vente, vamos a jugar,
estoy aburrido.” Entonces me levanté de mi cama y salí por la ventana,
así, despacito para que mi mamá no me escuchara.
Corrimos por la carretera y subimos a los árboles, pero él era
más rápido que yo y lo perdí de vista, entonces caminé sin rumbo
hasta llegar al panteón del pueblo y lo volví a escuchar.
–¡Ven!, te voy a enseñar donde duermo.
–Espérame, es que corres muy rápido.
—¡Ándale, que ahí viene el sol y todo es muy aburrido cuando
amanece! —Y lo seguí. Estaba parado sobre la tumba de mi hermanito. La tumba que no visitamos desde el día que se durmió y lo dejamos aquí.
—¡Vamos a jugar!
—¿No tienes otros amigos o qué?
—No, los que viven aquí son todos viejos y aburridos porque
siempre quieren estar dormidos. Nadie quiere jugar conmigo nunca.
—Ah bueno, yo jugaré contigo.
—Entonces escóndete y yo te busco. Pero apúrate porque si llega
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