Hace ya más de dos meses que nos despedimos en clase. Ese día fue muy extraño: sabíamos que vendrían días complicados, pero la perspectiva de un cambio, de no ir a clase durante unos días a alguno le podía resultar atractiva.
Fue difícil elegir las palabras aquel viernes al salir del aula: "cuidaos", "nos vemos pronto" o quizás intentando cubrir la situación de normalidad en esos primeros momentos solo acerté a decir: "seguid trabajando, no son vacaciones"
Poco a poco fuimos viendo que los días serían semanas y las semanas meses, y la curiosidad inicial y los esfuerzos por convertir la enseñanza presencial en algo que pudiese parecerse a ella, se fue convirtiendo en preocupación, cansancio y sobre todo en añoranza: añoranza por recuperar el contacto con nuestros alumnos, por traspasar las pantallas y poder mirarles a sus ojos, poder leerles el miedo, y devolverles una mirada tranquilizadora.
Siempre he sabido que me encanta mi trabajo, pero es ahora cuando me doy cuenta de que a esta profesión solo le da sentido el contacto con los alumnos, es así como aprendéis y aprendemos.
Estoy segura de que esto que escribo lo compartimos la gran mayoría de profesores: echamos de menos vuestras ocurrencias, vuestras risas, las mil excusas por no haber hecho la tarea, los pequeños conflictos, vuestras ganas y como no, vuestros gestos de afecto: esos mensajes en la pizarra capaz de alegrar el día a cualquiera.
Habéis demostrado que sois capaces de adaptaros a una situación tremendamente difícil, es admirable el esfuerzo que vosotros y vuestras familias habéis realizado, y me muero de ganas de teneros delante y dedicaros un aplauso, porque os lo merecéis.
Nos vemos pronto
Marta Ampuero