Revista Elturf.com Edición 115 | Page 53

ENTREVISTAS Cuenta que “jamás pensaron en ganarla”, pero que al final igual estaba pendiente, más cuando el Stud Haras Don Al- berto ganó tres pruebas en la penúltima jornada del año -lle- vaban 4 al frente-, y se definió el 30 de diciembre, donde todo quedó igual: 37 a 36. “Se dio no más, nosotros nun- ca lo buscamos, ni siquiera cuando estábamos punteros”, reconoce Hevia, que recuerda que en enero de 2019 se queda- ron sin ningún triunfo, por lo que la estadística fue aún más impensada. Este año, eso sí, su inicio no puede ser más prometedor, ya que a falta de la reunión del viernes 31 estaban al tope con 6 victorias y el lunes 20 tuvieron otra tarde inolvidable hacien- do el un-dos en la condicional dosañera con Maxi Piccolino y Nantan Lupan, repitiendo la gracia con Doña Merita y Tantti (en ambas carreras se tomaron las fotos con los dos caballos), y terminaron festejando con Pichi Huinca. Como si fuera poco, Maxi Picco- lino fue bautizado así por su nie- to, hijo de Antonio, y de nombre Maximiliano, así que la alegría fue doble. “Es en honor a él”, apunta. 50 AÑOS COMO PROPIETARIO Cuando era un adolescente, Francisco Hevia tuvo su primer encuentro con la hípica. “Un vecino me trajo. Tenía como 15 años, íbamos a los 400 y llegaba ahí don Luis Humberto Sorrel, y él me mandaba a mí y a un amigo mío a jugar mientras se quedaba en un impala blanco. Nosotros veíamos las carreras afirmados en la baranda, aunque estuviera lloviendo”, rememora. Eran otros tiempos, con carre- ras en la mañana en el Hipó- dromo y en la tarde en Blanco Encalada y ahí “nos fijábamos si un jinete cancelaba las últi- mas montas en el Chile y venía a la primera del Club, era fijo”. Al inicio de la década de los ’70 tuvo su primer caballo, el que increíblemente nunca corrió con sus colores. Trabajaba en el matadero Franklin cuando compró a Laprio, pero su jefe, al enterarse, le ofreció de inme- diato el doble de valor y se lo pagó en mercadería. De inmediato se le viene a la cabeza la yegua Salameña, una que recuerda con gran cariño y con la que tiene una particular historia. “Era bien amigo con Guillermo Peralta. Cuando sacó Tizna se fue a EEUU a cuidarla y cuando volvió em- pezó a preparar y yo le digo ‘compadre tengo esta yegüi- ta’. Debutó cuarta en el Prain y después vino a correr en el Hipódromo. Estábamos en la troya y se acerca Luis Humber- to Sorrel y me dice ‘y tú hom- bre qué haces aquí, ‘corro una yegüita’, le respondí. A la de él la corría Carlos Rivera y la mía Óscar Pérez… ganó la mía por cabeza”. DEL TOTO A EL MERO MERO Aunque siempre ha tenido los mismos colores, sus sedas an- tes llevaban otro nombre y el cambio vino varios años des- pués. “En mi primer matrimonio na- ció mi hijo Francisco y a él le decíamos ‘Toto’, entonces el stud se llamaba así. Él venía a las carreras pero nunca le gus- taron y un día Antonio me dice ‘papá, por qué se llama el stud Toto si ni lo acompaña’. Así que como al Antonio le decía- mos Merito le pusimos El Mero Mero”, indica. FEBRERO, 2020 | REVISTA ELTURF.COM / 51