ENTREVISTAS
Cuenta que “jamás pensaron
en ganarla”, pero que al final
igual estaba pendiente, más
cuando el Stud Haras Don Al-
berto ganó tres pruebas en la
penúltima jornada del año -lle-
vaban 4 al frente-, y se definió
el 30 de diciembre, donde todo
quedó igual: 37 a 36.
“Se dio no más, nosotros nun-
ca lo buscamos, ni siquiera
cuando estábamos punteros”,
reconoce Hevia, que recuerda
que en enero de 2019 se queda-
ron sin ningún triunfo, por lo
que la estadística fue aún más
impensada.
Este año, eso sí, su inicio no
puede ser más prometedor, ya
que a falta de la reunión del
viernes 31 estaban al tope con 6
victorias y el lunes 20 tuvieron
otra tarde inolvidable hacien-
do el un-dos en la condicional
dosañera con Maxi Piccolino
y Nantan Lupan, repitiendo la
gracia con Doña Merita y Tantti
(en ambas carreras se tomaron
las fotos con los dos caballos), y
terminaron festejando con Pichi
Huinca.
Como si fuera poco, Maxi Picco-
lino fue bautizado así por su nie-
to, hijo de Antonio, y de nombre
Maximiliano, así que la alegría
fue doble. “Es en honor a él”,
apunta.
50 AÑOS COMO
PROPIETARIO
Cuando era un adolescente,
Francisco Hevia tuvo su primer
encuentro con la hípica. “Un
vecino me trajo. Tenía como 15
años, íbamos a los 400 y llegaba
ahí don Luis Humberto Sorrel, y
él me mandaba a mí y a un amigo
mío a jugar mientras se quedaba
en un impala blanco. Nosotros
veíamos las carreras afirmados
en la baranda, aunque estuviera
lloviendo”, rememora.
Eran otros tiempos, con carre-
ras en la mañana en el Hipó-
dromo y en la tarde en Blanco
Encalada y ahí “nos fijábamos
si un jinete cancelaba las últi-
mas montas en el Chile y venía
a la primera del Club, era fijo”.
Al inicio de la década de los ’70
tuvo su primer caballo, el que
increíblemente nunca corrió
con sus colores. Trabajaba en
el matadero Franklin cuando
compró a Laprio, pero su jefe,
al enterarse, le ofreció de inme-
diato el doble de valor y se lo
pagó en mercadería.
De inmediato se le viene a la
cabeza la yegua Salameña, una
que recuerda con gran cariño y
con la que tiene una particular
historia. “Era bien amigo con
Guillermo Peralta. Cuando
sacó Tizna se fue a EEUU a
cuidarla y cuando volvió em-
pezó a preparar y yo le digo
‘compadre tengo esta yegüi-
ta’. Debutó cuarta en el Prain
y después vino a correr en el
Hipódromo. Estábamos en la
troya y se acerca Luis Humber-
to Sorrel y me dice ‘y tú hom-
bre qué haces aquí, ‘corro una
yegüita’, le respondí. A la de él
la corría Carlos Rivera y la mía
Óscar Pérez… ganó la mía por
cabeza”.
DEL TOTO A EL
MERO MERO
Aunque siempre ha tenido los
mismos colores, sus sedas an-
tes llevaban otro nombre y el
cambio vino varios años des-
pués.
“En mi primer matrimonio na-
ció mi hijo Francisco y a él le
decíamos ‘Toto’, entonces el
stud se llamaba así. Él venía a
las carreras pero nunca le gus-
taron y un día Antonio me dice
‘papá, por qué se llama el stud
Toto si ni lo acompaña’. Así
que como al Antonio le decía-
mos Merito le pusimos El Mero
Mero”, indica.
FEBRERO, 2020 | REVISTA ELTURF.COM /
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