Revista Elevación. La revista de la EESO N° 418 - Ceres Numero 1- De manera digital - Año 2016 - Ceres | Page 23

Él contestó, dijo algo de los árboles y el pasto verde, no le estaba prestando atención, en realidad solo lo analizaba para saber si lo podría golpear y correr, hasta que en un momento me preguntó algo que enseguida oí: “¿Esa no es tu amiga? Te está saludando con cara de loca”, solo le dije “si, esa es” y corrí hacia ella saludando a el joven extraño. En lo que íbamos a tomar un helado con Carla, le iba contando lo que me sucedió. Me dijo que al menos era lindo, yo ni siquiera puse atención en eso. Después de dos días crucé con mi padre por ahí, y él estaba en el mismo asiento. Mirando a todos lados, como si esperara a alguien. Cuando me vio, enseguida me saludó, como si fuera a mí a quien esperara. No le di mucha importancia, pero si me intrigó por un rato. Los días pasaban y ese chico me intrigaba cada vez más. El miércoles de la segunda semana siguiente fui a la plaza a esperar a Carla, en un diferente banco, fui temprano, como a las dos de la tarde. Estaba como siempre escuchando música, miraba a la derecha. Cuando de repente lo escuché, estaba el ahí sentado a mi lado. Lo salude con un “hola, ¿todo bien?” y en unos minutos llegó mi amiga y me fui. Ella seguía preguntando sobre él y yo no sabía que decir. El chico me gustaba, poco y nada, pero era lindo físicamente. Aunque era algo raro que todos los días este ahí, y que cada vez que yo iba a esa plaza, él me hablaba. Llegaron las vacaciones de invierno y, como todas las vacaciones, mis padres me llevaron a Carlos Paz a casa de mi tía Felipa (ya sé, es un nombre horrible, sus padres esperaban un varón). Por lo tanto, no vi a ese chico por varios días. Cuando volví, lo primero que hice fue ir a la plaza a esperar a Carla para contarle todo lo que sucedió en mis vacaciones. Me senté y él llegó en unos minutos. Creí que sería bueno preguntarle su nombre, se llamaba Mateo Andés. Le dije que yo me llamaba Lorena Thales. Mi amiga se demoró, así que hablamos un rato. Me contó que tenía un gato llamado Esparco, dijo que era un gato mestizo (sin raza), de cuatro colores, gordo, muy cariñoso y obediente. Yo le conté que odiaba los gatos y perros, que tengo muchos peces y los cuido como si fueran mis hijos (tengo 9 peces). Así estuvimos un rato hablando de mascotas y pavadas así, innecesarias. Y sin querer, se me dio por preguntar porque venía tan seguido, su respuesta me impacto: “desde el día que te conocí, cuando creíste que iba a violarte, me gustaste. Y como no sabía ni tu nombre decidí venir a verte esperando que el destino te hiciera venir”. En ese justo momento llegó Carla, lo saludó y me tironeó del brazo para irnos.