ARTIGAS ADOLESCENTE 1778-1782
En un nuevo aniversario del Natalicio del Gran José Artigas, el 19 de junio de 1764, lo recordamos con este relato sobre su adolescencia en la campaña oriental
A los 14 años de edad es expulsado del único colegio de Montevideo, para ir a la estancia de su abuelo en Tacuarembó de 110.000 hectáreas. Vivía solo un matrimonio gallego, pero en sus campos los Indios Charrúas tenían sus toldos.
Los nómades dominaban, con uno o dos toldos por valle, caballos y tierras adaptadas por ellos. Estos cambiaban de valle cuando su dios les ordenaba; agotando los recursos naturales. Con grandes arcos-que acostados en la tierra sostenían con los pies- lanzaban sus flechas hacia el venado que pastaba en la lomada. En esos campos, caminando y jugando, se encontró con estos niños indios.
El primer niño charrúa que salió le enseñó a buscar los huevos por más que los teros los pintan para no ser encontrados; la cimbra, trampa para agarrar la liebre y la perdiz y ser más rápido que el zorro. En los nidos de avestruz, los huevos se sacan con un palo, alejándolo del nido, evitando que el animal lo abandone.
Cuando llegó la sed tuvo quién le señale el manantial con el agua más fresca del mundo y por el gusto o el aroma, su nuevo amigo, supo que andaba dando vueltas un carpincho, levantando la vista encontró berro, así confirmó las intenciones del bicho. Cuando apretó el calor se fueron a una laguna a bañarse y allí su profesor le enseñó a pedir permiso al yacaré, dueño de la laguna, para el chapuzón o la pesca, que con chuza era segura. En esos años tiene que haber aprendido de la astucia del caballo charrúa, que anuncia antes que la vista humana las cosas que pasan en el campo; cosa que los cristianos no entendían.
Los Charrúas interpretaban como si el animal hablara. Los caballos, perros de los toldos, entendían cuáles eran las necesidades de sus amos, siendo muy útiles en el campo y como guardianes. Las yararás eran comida y las dominaban hasta volverlas locas con una simple varita. En las zanjas de barro se caminaba y se golpeaba con un palo entonces, cuando no hay más agua y es todo lodo, la anguila sale a respirar a la superficie. Es un hermoso deporte agarrarlas vivas, pero se termina con barro hasta en las orejas.
Estas vivencias convirtieron a Pepe en un ser amigable en los toldos y vivió una adolescencia distinta a cualquier hijo de cristianos, que terminó a los 18 años cuando tiene un hijo con una charrúa. El abuelo, con cierto título de nobleza, pertenecía a una casta superior, a la que no pertenecían todos los nacidos en la península ibérica, por la que se podían mezclar con los cristianos nacidos en América. Otras castas eran los guaraníes, artesanos o labradores de la tierra, más aceptados. Y, por último, los parias de la tierra que vivían en la era de piedra, que no hablaban ni se sonreían.
Para el abuelo que su nieto tuviera un hijo con una paria fue demasiado y lo expulsa de la estancia.
Lalo Piccardo Pag 11