Revista El Cabás Nº 30 Curso escolar 2021-2022 | Page 15

Con el barroco ya por fin en horas bajas, los neoclásicos intentaron crear una tragedia de tema español tomando como modelo la francesa. Fracasó. Los motivos fueron dispares: la ausencia de una tradición trágica en España, excesivo formalismo, falta de sentido teatral en buena parte de las obras… Pese a ello, sí que se representaron una gran cantidad de tragedias en el siglo XVIII, sobre todo adaptaciones y traducciones de obras francesas, ya que, como se ha mencionado con anterioridad, los intentos de autores españoles como Fernández de Moratín, Cadalso o López de Ayala fueron fallidos. Solo un hombre, Vicente García de la Huerta, con su tragedia neoclásica Raquel, consiguió el éxito de público.

 

En cuanto al otro género destacable de la época, la comedia neoclásica, cosechó mayor aceptación, quizá porque hubo un escritor, Leandro Fernández de Moratín, que supo meterse al público en el bolsillo llevando a escena temas de interés general que afectaban a la sociedad. No ocurrió lo mismo con el resto de los dramaturgos de la época. De hecho, a la comedia neoclásica se la conoce como moratiniana, lo que pone de manifiesto la importancia de este autor dentro de la comedia neoclásica.

 

Y si vamos a hablar de Moratín, tenemos que detenernos de El sí de las niñas. En ella, el autor critica los matrimonios concertados en los que una mujer se casa con un hombre mucho mayor que ella por decisión de los padres, prevaleciendo los intereses económicos y sociales. Con tal trama, no es que Moratín desaprobase la opinión paterna en este asunto, sino que esta decisión se tomara sin un juicio sensato, es decir, sin tener en cuenta las pautas pedagógicas ilustradas.

 

La comedia moratiniana pervivió bastante tiempo, incluso monopolizando el teatro de principios de S. XIX, un siglo que puso en una encrucijada a todos los escritores españoles. La Guerra de la Independencia contra Francia les hizo tomar una dura decisión: defender una monarquía que intentaba poner freno a las tropas napoleónicas, o ponerse del lado de José Bonaparte confiando en conseguir un nuevo orden social más estable y moderno.