Revista El Cabás Nº 30 Curso escolar 2021-2022 | Page 14

LA GUERRA DE LOS GUSTOS TEATRALES

Por RAQUEL RUFO

Departamento de Lengua castellana y Literatura

Ya se sabe aquello de que “sobre gustos y colores no han escrito los autores”, y si no, que se lo pregunten a los dramaturgos teatrales neoclásicos, que durante el S. XVIII, en pleno apogeo ilustrado, vieron cómo sus obras a duras penas llegaban a representarse, y que el Siglo de Oro, pese a los intentos de los reformistas por cambiar el rumbo de la escena española, continuó copando los teatros del país hasta bien entrado el último cuarto de siglo.

 

Y es que la afición no aplaudía otra cosa que no fuera la espectacularidad del teatro clásico barroco, una estética que no podía estar más alejada del teatro refinado que anhelaban los teóricos neoclásicos: verosimilitud, racionalidad y didactismo. Pronto se dieron cuentan de que el teatro podía ser un gran aliado para la implantación de la nueva ideología que serviría para la ansiada reforma moral y social de España, por lo que empezaron a poner todos sus esfuerzos para hacer del teatro vehículo de las ideas ilustradas.

ensayo

Así las cosas, los detractores del teatro barroco y sus defensores comenzaron su peculiar lucha por el poder. El primero en criticar las prácticas barrocas fue Luzán, quien, en Poética, reprocha la ausencia “de decoro moral” de los dramaturgos barrocos, la ruptura de las tres unidades de la preceptiva clásica (la unidad de tiempo supone que la obra no ha de durar más de 24 horas; la de espacio, que la acción solo puede desarrollarse en un único escenario, y la unidad de acción, que implica que solo debe existir una trama) y la mezcla de lo cómico con lo trágico. Las críticas encarnizadas de Luzán no solo atentaban contra la manera de hacer teatro de la época, sino que suponían un ataque a toda una forma de vida, la española, ya que algunos veían en las ideas ilustradas un exacerbado ‘extranjerismo’ debido al empeño que se ponía para que el teatro español imitara a la estética del teatro de países europeos.

 

A pesar de estas diatribas, el acontecimiento que hizo saltar las alarmas fue la prohibición de los autos sacramentales en tiempos de Carlos III, ya que “presentaban erróneamente los preceptos del cristianismo”. Así pues, en 1765, y por decreto real, se prohibieron totalmente los autos sacramentales, considerándose este hecho “un ataque a la tradición” e imponiendo a la fuerza la manera dieciochesca de hacer teatro.

Después de todo este periplo y llegados ya a la última parte del siglo XVIII, penetra, aunque con calzador, el teatro neoclásico. De hecho, fue tan tardío que en algunos casos conviviría con elementos plenamente románticos.

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CURSO 2021-2022