Al son de
De dónde venimos
La Campana
andaluza
Aunque las cosas han cambiado,
muchas tradiciones se mantienen
en este pueblo, ubicado
a 56 km de Sevilla.
L
a Campana es un municipio de la provincia de Sevilla, en la
comunidad autónoma de Andalucía, limitado por dos cuencas
que vierten sus aguas en afluentes del Guadalquivir. Casi 6
mil habitantes, según los últimos censos, ocupan los 126 km² que
conforman esta villa, de laderas suaves, ubicada en la Campiña de
Carmona, a 56 km de Sevilla.
Según los historiadores, sus orígenes se remontan a la Edad del Bronce,
o quizás mucho antes, como lo demuestran los restos hallados en la
zona, en el Chaparral, el Pozo de la Anea y la Ermita de Santa Marina.
También se han encontrado vestigios romanos en la Cañuela, la Mesa y
el Villar del Almirante.
Con el correr de los siglos, demasiada agua ha corrido por el
Guadalquivir y muchas han sido las historias de sus pueblos. Algunos
dicen que el nombre de La Campana es una derivación de la zona
donde se encuentra enclavada, “La Campiña”, y otros lo atribuyen a la
campana que se tocaba para anunciar las incursiones de los moros.
Cualquiera sea la razón, esta villa –que destaca por sus edificaciones
blancas, de tejas curvas- evolucionó urbanísticamente a partir de un
núcleo amurallado, de muy amplias proporciones.
A Chile, los emigrantes de ese pueblo llegaron a partir de 1939,
embarcados –como miles de españoles- en el “Winnipeg”.
Juan José Barco Ruiz-Galan era uno de ellos, quien –al culminar la
guerra civil- dejó su casa en calle Lora para buscar mejores horizontes
en América. Recién en 1948 traería a su esposa y algunos de sus hijos.
María Barco, una de ellas, se vino casada en 1951. En una publicación
en la revista La Pleita, en 2013, hizo recuerdos de La Campana: “Hace
ya 7 años que no voy a mi pueblo. Cuando estuve la última vez no
lo conocía. Todo había cambiado.... Las casas son más bonitas y más
buenas. Los tiempos de ahora son una maravilla con respecto a los de
antes. Ojalá pudiera volver”.
Cada año, continúan realizándose las mismas celebraciones de antaño:
las festividades religiosas de Semana Santa, la romería de Fátima, en
mayo; la feria de San Lorenzo, en agosto, y las fiestas patronales de
San Nicolás, en septiembre.
Era costumbre que en la plaza del pueblo se improvisara un ruedo con
la ayuda de muchas familias que aportaban sillas, carretas, andamios,
para las corridas de toros en honor al patrón San Nicolás de Tolentino.
Como la plaza era de tierra, en invierno se formaban barrizales. Por
esta razón, un alcalde decidió elevar un poco el centro de la plaza,
ponerle sillones, palmeras y adoquinar los lados. Hoy no luce tan
diferente.
“De las fiestas de la época, recuerdo con cariño la feria, los toros y las
murgas. Una vez robaron en la tienda de mi abuelo y sacaron esta
copla: En la casa de barquito, registraron con placer/ y cenaron con
tranquilo en casa de Pedro Soler/ allí saborearon el chorizo y el jamón/
porque de la tienda lo sacaron, qué barato les costó”.
Como lugares emblemáticos y turísticos del lugar, hay que destacar
el convento de San Sebastián, de comienzos del siglo XVIII; la iglesia
de San Lorenzo, que se construyó en esa misma época, y la iglesia
Santa María La Blanca. Sitios obligados de los visitantes que regresan
al pueblo.
Y en lo artístico, La Campana cuenta con un grupo flamenco de
exportación: “Achares”, que el verano de 2013 viajó para la celebración
de los 25 años de la Colectividad Andaluza en Chile, dejando la huella
del salero sevillano y sembrando las ganas de retornar al terruño.