Carmen y Roberto Sepulveda Sepulveda
Separada y con cuatro hijos, Carmen recuerda
emocionada sus inicios. “No fue fácil para mi
sacar adelante a mis chiquillos. Pero siempre
tuve el apoyo del estadio. Don Javier me ayudó
harto y se lo agradezco; logré tener mi casa y
mis hijos estudiaron. Por eso uno se la juega
por el estadio. El día que me vaya va a ser muy
doloroso. Paso más horas acá que en mi casa…
Me siento querida por los socios y con los jefes
ningún problema. Claro que en estos 24 años
algunas cosas han cambiado. Antes no éramos
tantos. Nos conocíamos todos los trabajadores,
pero ahora creció mucho…”
Sepulveda Sepulveda
Jorge Urrea Concha y su hijo Luis, se
desenvuelven en el casino. El primero lleva
trabajando 17 años, y el segundo, ya suma
nueve.
“Entré el 1 de mayo de 2000. Trabajé tres años
en el bowling, perteneciendo a casino, y de ahí
pasé a los salones, donde vamos rotando. Tuve que aprender desde lo más
básico, porque antes yo era administrador de negocios. Nunca he tenido
problemas con nadie y hago mi pega tranquilito y lo mejor posible. Me
gustaría jubilar acá, si no me echan antes (sonríe). Me quedan cuatro años
y no sé qué pasará después. El destino es impredecible”, señala Urrea padre,
quien tiene cinco hijos y cuatro nietos.
Confiesa que no es fácil compartir labores con su hijo. “Cuando trabajamos,
cada uno por su lado, nos ponemos en distintos extremos, porque ambos
somos de carácter muy fuerte. De visita en la casa, ningún problema, pero
acá no mezclamos las cosas”.
Las hermanas Mitzy y Carol Barra Oviedo llegaron a trabajar a Nevería
cuando su padre, José Barra –quien falleció el año pasado de enfisema
pulmonar- era administrador del casino.
La primera en sumarse a las tareas en el estadio fue Carol, quien lleva ya
18 años en la institución. “Estaba estudiando cuando llegué acá. Partí en
el Rincón Juvenil, ayudé en el kiosko, cooperé en la lavandería, en el bar, y
hace tres años que estoy en eventos. Me gusta mucho lo que hago y cada
vez le voy tomando más cariño. Los socios me han tratado muy bien. Hay
mucha empatía con todos en el estadio. Sería muy mala agradecida si dijera
lo contrario”, recalca esta asistente de eventos, para quien trabajar cerca de
su hermana “es un gran apoyo, aunque siempre separamos las cosas. Acá
somos compañeras de trabajo y saliendo por la puerta, las mejores amigas
y hermanas”.
Cuenta que su hermano Cristián también trabajó un tiempo en el estadio,
“pero después se fue a vivir al norte. Tenemos harta historia acá. Hemos
tenido oportunidades de irnos, pero hay algo que nos atrae”.
Mitzy, entretanto, suma 16 años trabajando en el estadio. Pasó por
lavandería y el kiosko, antes de llegar –hace tres años- al casino. “Me gusta
mucho trabajar en la cocina. De hecho, estudié gastronomía”, cuenta. Estuvo
un año en pastelería, que le encanta, y ahora es maestra en cuarto caliente.
“No soy mucho de comer dulces, pero sí trabajar en eso”, agrega Mitzy, quien
es su casa vende tortas, pasteles y pie de limón. “Ya tengo mi público fiel”.
Asegura estar contenta, y aunque viven bajo el mismo techo con Carol, no
siempre viajan juntas al trabajo. Su idea más adelante es independizarse.
“Me encantaría tener una cafetería”, confiesa ilusionada. Entretanto, sigue
aprendiendo…
Así como ellas, en varios puestos de trabajo, en distintos rincones del
estadio, otros parientes entrelazan también sus rutinas, colaborando en
diversas funciones, llenando su hoja de vida y su bitácora laboral.
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