Urdiendo
historias
gallegas
El “Lar” tiene sus orígenes en el siglo
pasado, cuando cientos de emigrantes
buscaron en Chile un rincón para
hilar la vida de sus familias.
h
ace más de un siglo, –entre 1900 y 1955- un grupo
importante de emigrantes gallegos llegaron a Chile
buscando un mejor horizonte. La pobreza, el mono
cultivo de las tierras, las pocas expectativas de surgir, y luego la
Guerra Civil, fueron factores relevantes para que varios dejaran
Galicia. A esto se sumó la propaganda de viajes organizados
por agencias, que sembraron en ellos el ánimo aventurero.
Ya un siglo antes habían llegado algunos gallegos; pero la lejanía,
el transporte, la Cordillera de Los Andes –cual muralla
infinita- habían dejado a un buen contingente en
Argentina, Uruguay o Cuba, donde organizaron sus
vidas. Tampoco habían servido mucho las campañas
del gobierno chileno para captar emigrantes.
Sin embargo, unos 300 oriundos de Chaguazoso, un
pequeño pueblo de agricultores, se atrevieron a probar
suerte en Chile, al igual que algunos emigrantes de
Rivadavia, Carracedo, La Coruña, Pontevedra, Lugo,
Orense y la Peroja, entre otros. Padres, abuelos, tíos
y otros familiares, contagiados por una anhelada
y prometida bonanza, contribuyeron a agrandar la
cadena migratoria, sumando unos 3.000 gallegos.
Y no fue menor el legado que dejaron en el país a
las generaciones posteriores: negocios, industrias,
comercio y campos agrícolas los obtuvieron gracias al esfuerzo y
la perseverancia. Todavía hay negocios vigentes que se crearon
en 1891, 1904 y posteriores, que reflejan ese espíritu. No a
todos les fue tan bien en la vida como emigrantes en
Chile, pero en su mayoría tuvieron un buen pasar.
Una instancia de encuentro era necesaria
y el sueño fue tomando forma, con
192 asociados que trabajaron
por contar con un centro
que los representara y
los “transportara”
a su terriña.
Así,
el
17 de
octubre de
1915, se fundó
en Santiago el Centro
Gallego, cuyo primer
directorio fue presidido
por Enrique Martínez, apoyado
por una decena de compatriotas
que buscaban perpetuar en Chile los
aires y tradiciones de Galicia. Otros
grupos de dirigentes también fueron
abriendo caminos, como Antonio Pérez
González, quien continuó con la Colectividad
Gallega. Le siguieron José Domínguez Diéguez.,
Manuel González Fernández, Severo Marino Gil, César
Cifuentes Sánchez, y, actualmente, María Myriam Marín.
Aunque la gestación de rebautizar la agrupación la
venían analizando desde 1964, recién el 10 de noviembre
de 1967 se constituyó la Corporación Lar Gallego Chile,
sin fines de lucro, y dedicada esencialmente a reunir a
emigrantes gallegos para realizar actividades sociales
y culturales. El objetivo era fomentar las tradiciones
de sus antepasados. En esa época, no había una banda
de gaiteros y bailarines profesionales -como hoy, con
Beira do Mar y Terra Meiga-, pero sí en los salones de
la Unión Española se reunía un grupo de aficionados al son
de la gaita y el tambor, para celebrar fechas importantes.
Según un integrante del actual directorio del Lar Gallego, “la
idea es tener la capacidad de llegar a ser sostenible y sustentable
en el tiempo, con el apoyo de la comunidad. Sin la colaboración
de la Colectividad Gallega, en general, y de todos los que la
componen no es posible subsistir. Siendo creativos, proactivos
y austeros, se puede permanecer en el tiempo. Nuestra
consigna es trabajar y trabajar, menos palabras y más acción”.
Entre los aportes recientes del Lar Gallego figura la creación
de un informativo para los Nuevos Emigrantes, con todo
tipo de datos de utilidad. Asimismo, reciben currículos de
emigrantes que llegan a Chile y los hacen circular entre los
asociados, empresas conocidas, el CRE -Consejo de Residentes
Españoles-, y otros centros en Chile, organizados en la
Asociación de Instituciones Españolas de Chile, AIECh.
Sin duda, Galicia no se queda en el pasado. Más
bien es el presente y el futuro, en el corazón de
muchos españoles y sus descendientes.
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