La tierra tembló a la 1:19 p.m. y el futuro del
barrio La Brasilia, de Armenia, dio un giro de
360 grados.
Las cifras del 25 terremoto del enero de 1999
indican que 5 departamentos se vieron afec-
tados con el fenómeno natural; 28 municipios
reportaron daños en viviendas y víctimas;
ese mismo día se sintieron 14 réplicas, las
más fuerte, la de las 5 y 30 de la tarde.
Increíblemente, en una de las tragedias más
impactantes de los últimos años en el país,
1.185 personas fallecieron, 8.523 resultaron
heridas y atendidas por los médicos, y 731
personas aún están en los registros como
desaparecidas.
Que en un barrio de ciudad intermedia, que
en un territorio de 10 manzanas murieran
cerca de 400 personas fue de por sí una tra-
gedia propia. Para los pobladores de Arme-
nia, y especialmente de La Brasilia, fue como
vivir por un tiempo en el mundo al revés. La
incertidumbre y la intranquilidad, el miedo
al futuro y los reproches a Dios y a la vida,
aumentaban con el paso de las horas.
Monumento en memoria a los fallecidos en el te-
rremoto del 99. Situado en la entrada del barrio La
Brasilia.
Laura Castaño G.
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Y no era para menos. Los más cercanos, los
amiguitos de sus hijos, que ese día a la hora
del almuerzo pasaron a ver si su mamá los
dejaba salir a jugar en las calles del barrio
que había desparecido en segundos, las
historias de otros vecinos que habían muer-
to, como doña Julia, quien lo hizo aferrada a
su bebé de un mes, aumentaban el desespero
por lo que estaban viviendo.
Las camillas las hicieron con guaduas y sá-
banas, y las puertas de las viviendas. En la
noche, sin luz, con mucho miedo, escuchan-
do los gritos de auxilio de los que aún estaban
vivos pero no podían rescatar, durmieron junto
a los 19 cadáveres tapados con una sábana
blanca, en el lugar donde ahora hay un gua-
dual y unos juegos infantiles.
Sin embargo, cuando todo ocurrió, temían que
la memoria no se recuperara y además de
A don Her-
nán, a su fa-
milia, a sus
vecinos, nada
los detuvo.
reparar su dolor individual, tuvieron que luchar
para que su barrio no fuera declarado Campo
Santo. En La Brasilia murieron cerca de 400
personas.
Tuvieron que luchar con los encargados de la
reconstrucción, pues los subsidios entregados
fueron muy bajos y no alcanzaban para volver
a parar las casas. Tuvieron que vivir más de
tres años en cambuches, mientras día a día,
con sus propias manos, como él lo hizo, pu-
sieron cimientos, pegaron ladrillos y armaron
su casa.
Pero el terremoto vino para decirles que el
tiempo pasa y nunca vuelve atrás. Que hay
que asumir la vida con actitud de evolución y
cambio, porque sumirse en rutinas que nos
alejan de los demás, sencillamente nos quita
la esencia de la vida. A lo mejor esto fue lo
que aprendió de su fuerza por la lucha comu-
nitaria, ahora cuando han pasado los años y
el barrio sigue en pie.
enero de cada año, en señal de homenaje y
para celebrar la vida, los residentes de 283
casas se reúnen sagradamente en el obelisco
que hay en la entrada del barrio, y recuerdan,
la frase de don Hernán Ramírez que los de-
vuelve al pasado, a esa noche de muerte: “el
destino no hace visitas a domicilio”.
En La Brasilia, grandes y chicos entendieron
a partir de un terremoto, que el amor es algo
eterno, que todas las condiciones y aspectos
externos pueden cambiar, incluso en la noche
de la muerte, pero no la esencia... de lo que
cada uno de ellos está hecho.
Pero el te-
rremoto vino
para decirles
que el tiempo
pasa y nunca
vuelve atrás.
A don Hernán, a su familia, a sus vecinos,
nada los detuvo.
A pesar de la nostalgia, se quitaron de enci-
ma cada dolor, se repusieron a sus penas,
se aliaron como vecinos y amigos y se han
ido olvidando positivamente de la imagen de
la tragedia para pensar en un futuro que dejó
atrás la noche de la muerte e hizo nacer el
barrio Nueva Brasilia.
20 años después, a la misma hora del 19 de
Hernán Ramírez en su casa actual.
Laura Castaño G.
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