Revista DOSIS 6.1 DOSIS 6.1 NORMAL | Page 4

En un abrir y cerrar de ojos Franklyn Molano Gaona [email protected] Y de pronto el piso se empezó a mover. El piso oscilaba. Iba de aquí para allá. Era un vaivén que aumentaba con los segundos. Apenas moví los ojos a la derecha, vi como el lápiz de punta fina rodaba lento. Giré mi cabeza a la izquierda y oía cómo el narco de la foto de aquel viaje golpeaba la pared. Me aferré a la silla, apreté los puños, cerré por un instante los ojos y el sonido extraño del cemento moviéndose se me metió por el cuerpo. La oscilación creció. oscilación se hizo mayor. La puerta se azotó, el ventarrón ingresó por la ventana y me rodeó. El niño que se hizo, escuché a lo lejos. El susto creció, se multiplicó. Pensé en ese niño. Una mujer, preguntó por Gabriel, dónde está Gabriel, era ese niño que no aparecía. Me asusté más. Sentía como la gente corría, iba hacia afuera, bajaban las escaleras con prisa y angustia. De pronto ese movimiento empezó a disminuir y logré levantarme de la silla. Miré el reloj: 2.15 de la tarde. Gabriel, el niño apareció, se había resguardado debajo de la mesa. La calma A los lejos una primera voz regresó. Estaba en el piso 15 de un edificio de ¡salgan, salgan! Le siguió una voz del centro de Pereira. Respiré. masculina que decía: quédese afuera, no corra, agárrese de la baranda, La radio anunció un temblor de 6.8 coja al niño y no lo vaya a soltar. con epicentro al oriente en el Departamento El movimiento seguía y las voces de Santander, movimiento que se sintió en crecían. En el lugar donde yo casi todo el territorio nacional y que según estaba, los vidrios se movían y los primeros reportes de los organismos de la madrera de la puerta crujía. La socorro, no hay heridos ni fallecidos. Reviví ese movimiento de tierra del 25 de enero de 1999, cuando el suelo se sacudió desde bien adentro y decenas de vidas fallecieron. Ese día se derrumbaron casas, techos y edificios de las poblaciones del Departamento del Quindío y afectó de manera considerable a Pereira y a Manizales. Era redactor en el Tiempo- Café y lo que hicimos fue salir a registrar el hecho. Corrí hacia el centro de la ciudad que estaba colapsada por completo. Las 4 calles estaban tajadas. Veía aterrado las tuberías y los cables que brotaban al pavimento. La gente corría desesperada. La agonía salía de los corazones de quienes lo habían perdido todo. le habló y le preguntó por su nombre. Me llamo Héctor, mi nombre es Héctor. La presión de los murtos estaba sobre su pecho y le impedía cas respirar y moverse. Los hombres empezaron a retirar escombro por escombro, y afuera los gritos invadían Yo solo corría hasta que llegué a el lugar. una calle donde las personas se miraban y no entendían qué estaba pasando. Llano, El equipo seguía sin desfallecer. temor, zozobra, confusión. Escucho las Trabajaban con cuidado y Héctor pedía primeras sirenas y veo hombres del cuerpo más rapidez, sentía que el aire le faltaba. de bomberos. Los sigo y a poco metros llegó Al fin lo logré ver entre las piernas de los a una edificación de guadua de mediano uniformados. Nos miramos. Le dije calma. tamaño donde escucho que un hombre Todo saldrá bien. El solo parpadeó y movió esta atrapado. Sigo a los uniformados, ellos lento varios de sus dedos. Me acerqué unos ingresan, la casa, una vivienda de guadua pasos y vi el rostro de Héctor: tenía fruncida esta semidestruida y uno de los oficiales las cejas, la nariz roja y pequeña y las dice con voz seca: en cualquier momento venas de la frente y la garganta brotadas. esta vaina se vine al suelo. Estén atentos. Yo Los bomberos aceleraron el rescate. Hubo sigo detrás de ellos. Pasamos una primera problemas, una de las paredes no cedía alcoba, un baño, el piso estaba mojado, y era necesario romperla. Procedieron. El una segunda habitación. El corredor cada polvo se levantó. Hubo más gritos. Volví vez más estrecho. Los bomberos hacían a a verle los ojos a Héctor y sentí como en uno y otro lado puertas y armaros hasta un abrir y cerrar de ojos, la vida se iba. En que llagamos a una pared que se había medio de tanto polvo, Héctor abrió la boca, venido abajo y hay alguien atrapado. Hubo intentó respirar, lo hizo de nuevo, volvió silencio. a tomar aire y volvió a abrir y a cerrar los ojos, hasta que sus dedos, su cuello y su Los bomberos se miraron. El superior cuerpo se quedaron quietos. Su humanidad hizo señas y dio la orden de rescate. dejó de insistir. Hubo silencio, un silencio Afinaron los pasos y me advirtieron que no largo, larguísimo. Todos nos miramos y me moviera. Ellos siguieron y a los pocos vimos como en un abrir y cerrar de ojos, se metros hallaron al hombre aprisionado apagaba una vida, la vida de Héctor. entre dos muros. Uno de los bomberos Intenté tomar nota pero no pude. Intenté moverme pero estaba anclado al suelo. Los bomberos siguieron. Yo solo los veía hasta que lograron liberar el cuerpo de Héctor. Lo sacaron, lo envolvieron en una cobija, lo alzaron y lo pasaron delante de mí. Al ver de nuevo su rostro vi sus ojos, los llevaba abiertos y uno de los bomberos dijo: ciérrenle los ojos. Ahora, 20 años después estoy acá, recordado ese momento y reviviendo con el equipo de realizadores de la nueva revista Dosis, esos episodios, los cuales ellos decidieron volver a narrar. Ellos buscaron socorristas, miembros de la Cruz Roja, se desplazaron a los barrios que sufrieron la tragedia más aguda, hablaron con personas que le contaron cómo fue ese 25 de enero, y a partir de allí contaron cómo fue ese proceso de reconstrucción y cómo fue empezar una nueva vida. Cuando intentaba ponerle punto final a este texto, sentí que de nuevo la tierra se movía más de lo habitual, se movía, se movía más y observé a mi derecha cómo ese lápiz de punta fina iba de aquí para allá. 5