REVISTA DIRECCIÓN DE PROYECTOS PMI PANAMÁ FEBRERO 2017 | Page 36

3. Tercera ley (conocida también como Principio de Acción y Reacción, mi favorita): Con toda acción ocurre siempre una reacción igual y contraria: quiere decir que las acciones mutuas de dos cuerpos siempre son iguales y dirigidas en sentido opuesto. Si pensamos en el automóvil frenando y nosotros con el cinturón de seguridad puesto y ajustado todos experimentamos la situación ante la cual el cinturón ejerce una fuerza (llamémosla –F) contraria y en sentido opuesto que ayuda a que nuestro cuerpo no continúe el movimiento según lo explicado por la Primera Ley.

Ahora bien, ¿cómo aplica todo esto a explicar la problemática del cambio en las organizaciones? Recuerden que al principio hice referencia a que este artículo se basará en algunas experiencias personales. Pero se podría escribir mucho más.

Las Leyes de Newton adaptadas.

Las Leyes de Newton explican de manera certera las razones que encontramos cada vez que nuestra organización necesita cambiar para lograr su supervivencia, crecimiento y desarrollo. Seguramente habrá excepciones (realmente no las he encontrado al día de hoy luego de más de 30 años trabajando con estos temas), pero muchas organizaciones están en un "estado de movimiento uniforme" que necesitan “romper” y sin duda alguna entendiendo las Leyes de Newton es que encontraremos las respuestas para plantear estrategias en ese sentido. Muchos conocen este estado de movimiento uniforme o de reposo como BAU o “Business As Usual”. Vale aclarar que no estoy contra eso, siempre y cuando se haga en forma consciente a partir de una estrategia definida (formal o informal). Incluso, si bien utilizamos la palabra “Business” (negocio) en forma muy genérica, hilando fino podemos considerar que una organización puede contener varios negocios definidos y en cada uno puede seguir una estrategia particular. Pero es realmente muy difícil mantener la inercia en el mundo actual. Como escribió Sir Charles Darwin “no sobreviven los más fuertes, ni los más rápidos, ni los más inteligentes si no aquellos que se adaptan mejor al cambio” [Darwin 1890]. Y el entorno de las organizaciones vive la era “de la persistencia del cambio” como se señala arriba.

A continuación, una versión adaptada de las Leyes de Newton para explicar lo que sigue (nuevamente, aquellos que conocen de física permítanme este atrevimiento) y algunas propuestas a modo de referencia tomadas de mi experiencia profesional para utilizar las Leyes en nuestro beneficio (sin duda hay otras, sobre todo porque siempre hay que evaluar la elección y utilización tomando en cuenta la organización y su ambiente ya que, como diría mi abuela, “cada hogar es un mundo”. La aplicación de “recetas”, usualmente, no logra el objetivo esperado).

Primera Ley en acción.

Toda organización permanecerá en su curso (reposo o movimiento) para siempre si no hay nuevas fuerzas actúan sobre ella. Si acordamos con esto entonces ya sabemos que de alguna forma fuerzas externas y/o internas tendrán que operar sobre la organización para cambiar su estado. Volviendo al concepto de organización como sistema tenemos allí la primera respuesta: en el ambiente siempre habrá fuerzas que moverán la organización hacia algún estado. Una derivación de las Leyes de Newton es: si ante una fuerza un cuerpo no cambia de estado entonces se deformará o se romperá. Solamente continuará en reposo si estas fuerzas son nulas, es decir, no afectan a la organización. Pero, ¿realmente no la afectan? Esa es la primera pregunta siempre.

Aparece aquí el primer desafío: estar siempre alerta sobre las fuerzas que actúan sobre la organización. Incluso, mucho mejor que reaccionar ante esas fuerzas, es activarlas generando un cambio en el entorno. Es el gran desafío de las organizaciones sobre ser reactivas o proactivas. Cualquiera de las dos estrategias es válida pero siempre la organización tiene que estar “consciente” de la estrategia que está empleando (y acá daríamos paso a la física cuántica para explicar la consciencia, por ejemplo en trabajos como los de Sir Roger Penrose y Stuart Hameroff [Penrose 1989] [Hameroff 1987]).