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Cristo crucificado y San Bernardino de Siena predicando ante Alfonso
V de Aragón
Se trata de un Cristo de estilo neoclásico, si
bien está arraigado en la tradicional
iconografía española y relacionado con el
Cristo de Velázquez y el de Anton Raphael
Mengs, aunque sin el fondo de paisaje de este
último, sustituido por un negro neutro, como
en el del modelo del maestro sevillano. Con
fondo negro y cuatro clavos, como mandaban
los cánones del barroco español —crucificado
de cuatro clavos con los pies sobre el
supedáneo y un letrero sobre la cruz que
contiene la inscripción IESUS NAZARENUS REX
IUDEORUM en tres lenguas, como pedía el
modelo iconográfico en España desde
Francisco Pacheco—, Goya quita énfasis a los
factores devocionales (dramatismo, presencia
de la sangre, etc.) para subrayar el suave
modelado, pues su destino era agradar a los
académicos regidos por el Neoclasicismo de
Mengs.
San Bernadino creada por el aragonés crea una
magnífica visión de sí mismo en este cuadro, al
autorretratarse en el joven del extremo
derecho. El violento escorzo, con una vista de
abajo hacia arriba, donde se sitúa el santo, lo
utilizará posteriormente en las pinturas al
fresco de la Ermita de San Antonio de la
Florida. El variado y luminoso colorido
recuerda las pinturas de cartones para tapices;
sin embargo, la individualización de los rostros
y el verismo del grupo de cortesanos de la
parte inferior, aleja esta pintura del matizado
idealismo que había practicado Goya hasta
entonces.