Revista de viajes Magellan Magellan Nº41 | Page 16

Desde la Punta Venus podía distinguir la silueta montañosa de la isla de Moorea. A solo 17 kilómetros de Tahití esta isla parece otro mundo: es tan tranquila y relajada que mucha gente que trabaja en Pape’ete vive en realidad en la isla para escapar de la aglomera- ción urbana y cada día va y viene en uno de los dos ferris que hacen el trayecto. A la mañana siguiente tomé uno de estos rápidos ferris y me planté en Moorea, donde sentí de inmedia- to el contraste con el estrés de la ciudad. Aquí Bahía de Opunohu en Moorea apenas había coches y me costó encontrar un taxi que me llevara al norte, donde tenía mi hotel. Ahí me esperaba Mario, un italiano for- nido, seguidor de la Juventus, que llegó a las islas en 2010 y fundó una empresa para trans- portar turistas a los sitios más espectaculares de la isla. A bordo de uno de los Land Rovers de Safari Mario subimos por una angosta y empinada carretera hasta los 207 metros del mirador de la Montagne Magique. El sitio no puede ser más espectacular: una especie de balcón situado al lado de la bahía de Opuno- hu, por encima del pueblo de Papetoai y su laguna de aguas turquesas. El safari nos llevó después por los cam- pos de piñas del interior de la isla (y que producen el famoso zumo que sirven todos los hoteles de las Islas de la Sociedad) hasta llegar a otro mirador espectacular, llamado, muy apropiadamente, Belvèdere. Desde aquí Vistas del Belvèdere de Moorea 16