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Algunos dan un tercer paso y cosifican y divinizan el mercado, como ya denunció Juan Pablo II en su Encíclica Sollicitudo rei Socialis y el papa Francisco en Evangelii Gaudium al hablar ambos de idolatría del mercado, de fetichismo del dinero… Cuando se considera así al mercado se le atribuyen las tres cualidades divinas: omnipotencia porque el mercado lo puede todo, omnipresencia porque se le considera presente en todo, y omnisciencia porque les sirve para explicar cual quier fenómeno social.

Hay economistas que lo explican todo con el mercado, hasta el matrimonio, cualquier cosa, porque el mercado sirve para dar respuesta a todo. Como todo es mercado, también está en todas las circunstancias de la vida y funciona en todos sus ámbitos. Y es omnipotente y por eso, nos repiten que, si se hace tal cosa, los mercados nos castigarán o nos premiarán si lo hacemos bien.

Pero ¿quiénes son los mercados? Si hablamos de castigos de un padre, podemos negociar con ellos, los vemos, es posible llegar a acuerdos, pero con el mercado, ¿se puede negociar?, ¿se puede hablar?, ¿cuál es su número de teléfono?. El mercado se cosifica y se convierte en Dios, y los economistas en sus sacerdotes, los que interpretan lo que dice Dios y tienen el poder, tienen la clave para saber qué hay que hacer. El teólogo Havery Cox lo explica muy bien en The Market as God

"El mercado se cosifica y se convierte en Dios, y los economistas en sus sacerdotes, los que interpretan lo que dice Dios y tienen el poder, tienen la clave para saber qué hay que hacer"

El nuevo paradigma económico considera al mercado como un instrumento, una organización humana que hemos organizado como queremos para que haya intercambios, que es muy válido, pero no para todo.

Funciona bien para algunos intercambios, pero no es un Dios, ni un modelo a seguir.

El mercado se puede utilizar para hacer mucho bien. Es como un cuchillo, algo muy útil, que también se puede utilizar para matar a alguien. El problema no es tanto el cuchillo como el uso que le hemos dado. Con el mercado, pasa igual. Podemos regularlo para que sea un medio a través del cual, además de los intercambios se potencie un mayor crecimiento económico, pero también podemos organizarlo de manera que ayude a un reparto más equitativo y para lograr que quienes menos tengan alcancen un nivel de vida suficiente.

De ahí que haya que repensar las reglas del mercado, cómo organizarlo para un mundo sin crecimiento, para que todos tengan lo suficiente.

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