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buenos para las personas que nos hacen mejores personas. El modelo de acumulación, de tener más, nos lleva al egoísmo, la competitividad, batir al otro... Sin embargo, este modelo de racionalidad nos impulsa a compartir, a ser altruista y gratuito, a pensar en el otro, como pedía Benedicto XVI, en la Encíclica Caritas in veritate nº 36 al señalar que hay que introducir la gratuidad y la lógica del don en la economía y que no solo es posible hacerlo, sino que es la manera en que la economía funciona bien. La racionalidad de lo suficiente es la que permite que esto funcione en esta clave ya que quienes la siguen están dispuestos a parar, a no aspirar a más bienes materiales, lo que les permite esa gratuidad y esa lógica del don.

Repensar el mercado, su estructura y su función

Para exponer la idea del mercado que tiene este nuevo paradigma es necesario recordar las tres ideas más generalizadas que existen sobre el mercado. La primera es considerar el mercado como ese espacio donde se compra y se vende, ese espacio que tiene unas normas de funcionamiento: el mercado central de una ciudad, de un pueblo o de un barrio, el mercado de automóviles, el de telefonía móvil, etc. La gente produce voluntariamente algo para vender y otros lo demandan. Es un instrumento de intercambio, una realidad regulada por el Estado o por sus propios agentes y que todos percibimos y utilizamos en nuestro día a día.

Pero hay también otras dos ideas pervertidas del mercado que se utilizan más de lo que pensamos. Los economistas utilizamos las curvas de demanda y oferta, una simplificación del mercado real, para ver cómo funciona el mercado. Tomamos unas funciones matemáticas para ver por qué pasan cosas en el mercado, qué va a pasar en el futuro y poder tomar decisiones. Son herramientas útiles, como el túnel del viento para los aviones y coches, donde utilizamos maquetas que sometemos a corrientes de vientos para ver cómo se comporta un avión y un coche en la realidad. La simplificación, el modelo en pequeño nos ayuda a vivir y a mejorar la realidad del transporte.

Pero ese instrumento tan útil para ver cómo funciona la realidad, se ha convertido en un modelo a seguir. El mercado ya no es real, no es el lugar donde se junta la gente para comprar y vender, sino que son las curvas de demanda y oferta. De este modo, se intenta que la realidad se ajuste a la simplificación que hacemos para entenderlo. Por ello nos dicen que cuando salen las cosas mal no es porque el modelo de mercado no funcione, sino porque la realidad no se parece al modelo. Sería como si alguien dijese que un avión se ha estrellado porque los vientos que azotaron su trayectoria no debían de estar ahí.

"...este modelo de racionalidad nos impulsa a compartir, a ser altruista y gratuito, a pensar en el otro, (...) hay que introducir la gratuidad y la lógica del don en la economía y que no solo es posible hacerlo, sino que es la manera en que la economía funciona bien."

"Cuando tengo lo suficiente puedo dedicarme a hacer lo verdaderamente importante, lo bueno y bello de la vida, que es relacionarme con los demás, querer a los demás…"

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