revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 71

la culpa. La culpa por no haber estado acompañándole en la muerte, la culpa por haber sobrevivido en caso de que ambos hubieran contraído la misma enfermedad sobre todo en matrimonios mayores, la culpa por haberle dejado en una residencia, la culpa por haber contagiado a alguien que después ha fallecido, la culpa por no haber podido hacer una despedida, por no haber podido cumplir con su última voluntad... CULPA con mayúsculas. A día de hoy aún hay muchas familias que no han podido recuperar las cenizas de su ser querido, y eso es terrible. Saben que ha muerto, pero ni han visto su cuerpo, ni han asistido a ningún ritual, y en muchos casos ni han recibido las condolencias sociales que tanto nos ayudan a tomar contacto con la dura y difícil realidad de que la muerte de ese ser querido es real e irreversible. Y con ello, la fantasía, la sensación de irrealidad, la esperanza de que todo sea un error y un mal sueño se alimentan y hacen que el duelo no se ponga en marcha, sino que sea un proceso detenido que aún no ha conectado con el terrible dolor de la ausencia.

R: Las abrumadoras noticias sobre muertos hicieron que invisibilizáramos la muerte y la convirtiéramos en una estadística, ¿nos hemos vacunado contra ella?

RM: Realmente no creo que nos hayamos hecho inmunes a la muerte ni a la cantidad de muertos. Las cifras han sido abrumadoras, y aun mostrándolas en números y estadísticas creo que la gran mayoría de las personas que han ido escuchado los datos han podido sentir temor a llegar a formar parte de estas cifras. Creo que un sentir generalizado ha sido y es el miedo a enfermar, no tanto por el miedo a enfermar sino por el miedo a morir, A día de hoy, último día de junio, aún hay muchas personas asustadas y temerosas.

Lo terrible es que detrás de cada una de esas personas fallecidas hay alguien llorando su ausencia, hay más de una persona que verá como su vida de una u otra forma cambia por esa pérdida. La muerte nos avoca a un duelo que no solo es el duelo individual, también el familiar y el social.

R: ¿Cómo podemos acompañar en el dolor a nuestros seres queridos en estos momentos?

RM: Podemos acompañar desde el estar presentes para aquello que precisen. Podemos ofrecer nuestro hombro, podemos ser apoyo sereno, podemos compartir las lágrimas, podemos estar en silencio lleno de sentimiento compartido. Podemos realizar pequeñas acciones que les faciliten la vida. Podemos darles espacio para comunicar aquello que precisen sin juzgar ni decirles lo que han de hacer o sentir, podemos validar lo que sienten,

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