revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 69

mundial) que nos van a hacer sentir de uno u otro modo. Si ponemos nuestro foco de atención en enseñarles a relacionarse adecuadamente con lo que sienten, a poder reconocerlo, nombrarlo y expresarlo, y que puedan escuchar dentro de sí mismos que están necesitando, sería un gran avance pues estaríamos dotando a estos jóvenes de un recurso emocional que les ayudaría en situación de incertidumbre, de tristeza, de frustración o de cualquier otra cosa que sientan ante lo que les suceda.

R: Has mencionado alguna vez una realidad: la muerte nos pasa a todos. ¿Sigue siendo un tabú hablar de la muerte?

RM: Ayer mismo tuve una sesión familiar con un padre y un hijo de 15 años que son capaces de nombrar a la esposa y madre e incluso hacer referencia a su ausencia, pero no pueden decir “muerta”, “muerte”, “suicido”, buscan expresiones que sustituyan y maquillen la realidad “desde que se fue” “desde que no está”. Algo que podemos hacer todos y todas es usar las palabras adecuadas, atrevernos a decirlas en voz alta, permitirnos escucharlas con serenidad como parte de la realidad que son.

Además de usar las palabras correctas, también podemos

también podemos responder a las preguntas de los niños y niñas, que muchas veces nos resultan incomodas y desviamos la atención. ¿Tú te vas a morir?, ¿A dónde van los muertos?, …y no solo responder a sus preguntas sino no edulcorar la realidad. Esto no significa ser duros significa dar la información acorde con la edad del niño o la niña, en un lenguaje que puede comprender y con un tono sereno, amable y amoroso.

Podemos permitirles participar de los rituales de despedida, en los funerales, etc. Previamente les explicaremos dónde van a suceder, que pueden ver, como han de comportarse, y preguntarles si quieren asistir y después, respetar su respuesta.

R: En un reciente artículo de un periódico nacional un médico contaba sus vivencias como paciente en la UCI afectado por el COVID. En un momento dice: de repente me di cuenta que morirse era esto, tan prosaico… ¿cree que ha cambiado nuestra visión de la muerte y el dolor?

RM: Realmente creo que mientras la crisis sanitaria ha estado en el punto más álgido, mientras a cada momento escuchábamos cifras alarmantes de contagiados y de fallecidos hemos podido estar más conectados a la realidad de la muerte. Es decir,

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