revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 54

no se les formulan preguntas, no sabemos qué piensan.

Pero los adolescentes están en comunicación con otros adolescentes del mundo, que no son amigos pero sí componen la misma familia, la de la especie humana.

Y son los adolescentes los que se preguntan qué va a pasar con los países de África o del Salvador o de Haití. Algunos países que no tienen estructura sanitaria ni estructura social, que no son casi un Estado como es el caso de Haití.

Si el coronavirus nos golpea a todos, ¿qué ocurre con los mendigos de las ciudades?, ¿qué ocurre con los más desfavorecidos?, ¿qué ocurre con los miles de millones de personas que por su situación no están ni confinados?

Estas son las preguntas de los adolescentes.

¿Qué se preguntan? Como no, por las Administraciones, por la capacidad que tendrán en el futuro para recoger, para procesar, para difundir información estadística, que se ha demostrado en esta crisis como una importante herramienta contra una epidemia, pues son la base para detectar focos, medir su profundidad, seguir su ritmo, actuar deprisa.

Y es que los adolescentes son el presente, pero son ya un inmediato futuro.

A los adolescentes el confinamiento les permite también, aunque sea desde la red, el contacto con los amigos. Y un encuentro muy gustoso a veces con los propios hermanos.

Es más, a muchos de ellos les relaja porque son más caseros de lo que se atreven a decir a sus amigos. Y están aprovechando también para escribir, para dibujar. Esta es una novedad. Y a los adolescentes y durante un tiempo les gusta el reto.

Es seguro que aprenderán que la lucha contra las pandemias se apoya en el altruismo de todas las personas, sin diferencia por ideologías, nacionalidades, género o edades.

Afrontar este problema nos da fuerza. Y a padres y a hijos nos permite compartir emociones.

Compartamos con nuestros adolescentes que hay que construir el futuro mirando a largo plazo. Que como dijo Nietzsche: «Quien tiene un porqué para vivir, puede soportar cualquier cómo».

Sí, ilusionémonos con el futuro, si bien por ahora con objetivos concretos, a los que no pondremos fecha.

Los adolescentes, como nosotros mismos, sufren de lucha interior. Enseñémosles a no alimentar las propias dudas.

En un momento en que el pensamiento colectivo tiende a un pronunciado riesgo de muerte.

Hoy, y hablémoslo, todos somos iguales. No hay famosos, no hay referencias, el aburrimiento se agolpa ante todos como un verdadero peligro.

En este tiempo de espera, el teléfono móvil quizás sea uno de los mejores compañeros, del cual ni adolescentes ni adultos nos atrevemos a prescindir, pues nos acucia el miedo a extraviarnos en la nada, en el vacío existencial, en el «Yo».

Son tiempos en que los adolescentes, como todos, vamos a comprender la importancia de la entereza de ánimo, del sentido del deber, de la camaradería, del servicio público de todos y para todos.

Estamos en un mundo contra un virus, y ahí con la percepción en los hogares de desmovilización hemos de preservar al máximo las libertades civiles y conducirnos desde el imperativo ético.

Los adolescentes y como siempre no son escuchados por los medios de comunicación,

"vamos a comprender la importancia de la entereza de ánimo, del sentido del deber, de la camaradería, del servicio público de todos y para todos."

54