revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 53

A algunos riesgos de consumos, por ejemplo, los que puedan conducir a la ludopatía, o el consumo también de una pornografía vejatoria que atenta contra la dignidad.

Por otro lado, los adolescentes van a observar, van a supervisar nuestras conductas de adultos, y lo van a hacer de cerca. Ellos también nos van a conocer más.

Son los adolescentes, sí, los adolescentes quien junto a los científicos están clamando contra el cambio climático, nos están pidiendo respeto por las generaciones futuras.

Precisamos un Defensor. Yo lo fui, el primero, del menor, ahora, no se dude, se precisa un Defensor, un Defensor del futuro.

Estamos en un momento de debate público. Este no es momento de «caza de brujas», este es un tiempo para controlar los instintos.

No, no se trata de señalar chivos expiatorios, pero sí de trabajar con nuestros adolescentes en el entendimiento, en el entendimiento más allá de las fronteras, en el espíritu solidario.

Hablemos, hablemos con nuestros

adolescentes, pensemos en las generaciones futuras. Comentemos sobre la globalización, que naturalmente puede ser repensada, pero no sin agradecerle sus múltiples virtudes.

Las pandemias pasadas, y las que no nos engañemos, llegarán, amenazan nuestras sociedades, las de hoy, las que serán de nuestros adolescentes.

En estos días que se confunden, estamos viendo la épica ciudadana. Este es un tiempo para pensar, y hacerlo como no con nuestros adolescentes. Para repensar, todo un reto.

Rodeados de una sensación de irrealidad ante algo que es bien real. Este no es tiempo para el «Yo», sino para el «Nosotros», un «Nosotros» que es inclusivo de la humanidad.

Adolescentes, que se caracterizan por un alto grado de imaginación, de fantasía, de creatividad.

Adolescentes, a los que se les ha de permitir estar tristes. Es a ellos a quienes debemos de plantear dilemas tan vitales como el de dejar morir a los más mayores. Y la pregunta a ellos es: ¿también a tus abuelos?

Tengo la penosa impresión de que el Gobierno, a los ciudadanos, a los adultos, nos trata como a niños pequeños, que no alcanzamos a ser ni adolescentes. Nos prorroga el confinamiento por fascículos, nos amenazan con multarnos si salimos a la calle, es, o pareciera que es que no se fían de nuestra madurez cívica.

Por contra, nosotros sí hemos de confiar en nuestros adolescentes, hemos de debatir con ellos.

Por ejemplo, preguntémonos: tras la pandemia, ¿de verdad que cambiará el mundo, o por contra, la gente se olvidará del coronavirus? Planteemos si las prioridades de la política y las doctrinas de la economía de verdad cambiarán.

Otra pregunta: la ciencia, las aportaciones sanitarias, ¿pasarán a valorarse más?

Y otra: ¿quién asumirá los daños económicos?

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