revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 46

Ubiquémonos en 2019, en el mes que mas nos guste, y acerquémonos a preguntarle a cualquier adolescente cual sería su peor pesadilla. Sin duda nos diría: “Estar encerrado en mi casa con papá y mamá, encima de mi la 24 horas, sin poder salir, sin ir a fiestas ni reuniones, sin poder ver a mis amigos o a mi novia o novio y sin poder jugar futbol”.

Hoy, en 2020 el COVID nos sorprende a todos; pero mucho más a estos jóvenes que daban por hecho la vida, que disfrutaban su recién estrenada independencia y que el hecho de tener que ir al colegio, aunque renegaran, significaba su motor de vida, su medio social, su espacio en donde se representaban a sí mismos. Muchos han estado planeando su graduación, su viaje de investigación y hasta su cumpleaños, todo en función de un calendario escolar contaminado también por el famoso virus.

Se que ante la pandemia que vive el mundo, los adolescentes no son precisamente la población de riesgo, ni los mas desfavorecidos físicamente; de hecho, es precisamente en la temprana juventud cuando menos se preocupan por su salud, aunque su madre les diga cien veces que no salgan sin abrigarse. Se también que son los adolescentes quienes cuentan con más recursos cibernéticos y saben divertirse en línea, así como ponerse de acuerdo con amigos o pedir la tarea; sin embargo, a nivel psicológico, pueden encontrarse mucho más frágiles ante el confinamiento y las frustraciones que otro grupo de edad.

Para los niños y niñas pequeños, estar en casa con papá y mamá ha sido un sueño recurrente. Casi todos los pequeños que veía en consulta deseaban que sus padres no tuvieran que irse al trabajo y que se quedaran en casa con ellos. Hoy ese sueño se ha cumplido, aunque no se si a veces se vuelve pesadilla.

Para los ancianos no hay mucho cambio, andar por casa ya era costumbre y de una u otra forma agradecen sus ratos de soledad y silencio.

Para los ancianos no hay mucho cambio, andar por casa ya era costumbre y de una u otra forma agradecen sus ratos de soledad y silencio.

Para un adolescente, la sociabilidad y el ejercicio son factores determinantes para el buen desarrollo de su salud mental.

Recibo en mi consultorio jóvenes con graves problemas sociales, que se niegan a salir de casa, que se sienten inseguros, inadecuados y se refugian en la red y pienso que hoy, su pronostico de mejorar esta lejano. Para ellos el aislamiento voluntario sumado al aislamiento obligado que hoy vivimos, será peor que el mismo virus.

Ante este panorama, yo esperaba muchas llamadas telefónicas de madres y padres desesperados, quejándose de sus adolescentes; diciéndome que estaban irritables, agresivos e intolerantes; pero cual ha sido mi sorpresa al ver que esto no ocurrió, al contrario, en todo el mundo veo jóvenes repartiendo comida, tapabocas, haciéndoles la compra a los ancianos, y asumiendo esta inusual situación con acciones y no con lamentaciones.

Cuando podrían estar frustrados, ansiosos y deprimidos, muchos han reaccionado positivamente acercándose a sus padres, promoviendo juegos de mesa, haciendo “tic tocs” en familia y siendo maestros de los mayores en asuntos de internet.

El esfuerzo de un adolescente frente al aislamiento debe contar por dos, debe ser altamente apreciado por su familia, porque en la adolescencia el sueño y el hambre se incrementan y si están confinados, su tendencia natural sería “vegetar”.

Si el COVID nos ha traído lecciones, los adolescentes del 2020 las han reforzado.

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