revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 30

hacer cambios para mejorar y, por supuesto, educar y entrenar para mejorar. Sigamos reflexionando y aprendiendo cómo hacerlo.

Cuando nos relacionamos, los metros cuadrados, el jardín o su ausencia, la situación de confinamiento… pueden condicionar -y a veces, dramáticamente- el cómo percibimos, sentimos y vivimos la realidad, pero no lo determinan. La influencia mayor en el cómo lo hacemos, en cómo reaccionamos, la aporta la que hemos llamado metafóricamente “la mochila educativa”; ésa en la que vamos guardando todos los aprendizajes acumulados desde la infancia. Los modelos relacionales y comunicativos, la escala de valores, los estilos de afrontar los conflictos, de gestionar nuestras emociones, nuestro nivel de frustración, nuestra capacidad de empatía… ¡ahí están: en nuestra mochila! Y afloran de forma automática en situaciones límite, estresantes, donde los miedos capitanean

e impulsan nuestras actitudes, pensamientos y maneras de interpretar la realidad. Desde ese modo automático, damos respuestas, que está por tanto relacionadas con nuestros aprendizajes que tenemos “normalizados”.

Por eso, ante la misma realidad no todo el mundo reacciona igual. Hay personas que tienen en cuenta a las otras y construyen relaciones facilitando y aportando. Hay otras que, incapaces de gestionar su estrés, enfocan en los demás como culpables de su malestar y lo descargan confrontando. ¡Cuestión de “mochilas”! ¡Son diversas! En situaciones en que no nos da mucho tiempo a pensar para reaccionar, nuestras respuestas ante las tensiones que surgen en nuestras relaciones son reactivas, automáticas… y salen del fondo de nuestra mochila.

Para entenderlo mejor, veamos que los conflictos tienen una dinámica interna de “ciclo”. Empiezan en nuestra mochila, desde la que percibimos e interpretamos la realidad (primer paso). La persona con quien me relaciono tiene también su propia mochila con aprendizajes diferentes y, de forma natural, surgen tensiones, “conflictos” (segundo paso). Ante esas tensiones, reaccionamos, damos “respuestas” con nuestros estilos aprendidos de afrontamiento de conflictos (tercer paso). Esas respuestas tienen un “resultado”, positivo o negativo, (cuarto paso). Las consecuencias de lo que hacemos tienen un “efecto boomerang”: vuelven a nosotros, nos repercuten… y vuelven a la mochila.

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