revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 23

Que vivimos en una situación para la que no estábamos preparados, ya lo sabemos. Una situación sin precedentes y sin protocolos de actuación que seguir. Es como encontrarnos frente al vacío, con todo por hacer y nada cierto.

Pero quizá esta situación no es nueva, simplemente ha caído la mentira de la certeza que nunca fue tal.

La filosofía existencialista, de la mano de Nietzsche, Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir, siempre nos ha recordado que somos esencialmente libres y que nuestro camino está por hacer. Nietzsche ya criticaba los peligros de creer que las cosas “son como son” y que además “siempre serán así”. Hemos vivido como si fuéramos inmortales, incluso construyendo una realidad en la que se oculta la vejez, la muerte, la enfermedad. ¿Acaso es tan difícil asumir que el tiempo pasa, que la enfermedad y el dolor existe y que moriremos?

y que moriremos? Eso sí es una certeza. Pero vivimos en una sociedad en la que las cremas anti-edad (curiosa expresión cuando la edad es lo vivido y lo disfrutado), las operaciones de estética, la invisibilización de nuestros

mayores y de la muerte, han creado un imaginario compartido en el que

parece que todos vamos a ser

sanos, jóvenes y guapos de por

vida, ya que eso es lo que

proyectamos en redes

sociales, lo que se ve en

televisión, series y medios

de comunicación en general.

Impera el tabú del paso del tiempo

y de nuestra condición de seres humanos

como seres vulnerables.

Esta pandemia ha destrozado a martillazos la mentira y nos ha devuelto a la realidad humana: fragilidad, vulnerabilidad, necesidad de los otros; nos ha devuelto la mortalidad, hemos dejado de ser semidioses que tienen prácticamente todo bajo su control. Y eso genera angustia, mucha angustia ante la incertidumbre. Pero esa incertidumbre siempre ha estado, eso sí, disfrazada de certezas y seguridades. Ya caímos en la trampa cuando en la crisis anterior nos dimos de bruces con la realidad, pues muchísimas personas pensaron que su situación de cierta comodidad económica era la norma y que no

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