revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 185

Además, puedes ser transmisor hacia los demás, jóvenes, niños y mayores. El SIDA no se transmite por tocarse, besarse o toser. La COVID sí. ¿Hemos de pensar en los demás o solo en nosotros mismos? ¿Es que no nos afecta lo que les pase a los demás? Creo que sí. Si le pasa algo a tu madre, a tu abuelo a tu amiga, a tu novio ¿no te afecta?

Las personas que ya somos mayores nos sentimos muy diferentes a la juventud de hoy -eso decían también nuestros padres y madres y más aún la generación anterior-, pero, si miramos hacia atrás, podemos recordar actitudes parecidas, nuestras rebeldías y temeridades y cómo nos atrevíamos a desafiar lo establecido. Eso debería ayudarnos a entender a la juventud de hoy.

Ayer oí en la radio a un escritor, Juan Tallón, decir que cuando era joven le pasaba como a casi toda la gente joven, creía que ya lo sabía todo, que sus mayores no le podían enseñar nada. Recuerdo que yo opinaba lo mismo.

Pero volvamos al desencuentro con el grupo de jóvenes. Mi forma de ser y de pensar actual me hizo responder a esas sonrisas cínicas diciendo en voz alta, para que me oyeran:

truncados por una enfermedad inesperada o un accidente!

La gente joven suele sentirse -no toda- a salvo. Sana y fuerte. Aun no tiene achaques. No son tan vulnerables como la gente mayor. Eso les hace ser más temerarios, correr más riesgos. Yo también lo hice. Y aprendí, a fuerza de ver caer a amigos y amigas. El SIDA apareció en nuestras vidas. Entonces las que caían eran las personas más atrevidas y jóvenes. Las que se habían decidido a probar la heroína. Las más lanzadas sexualmente.

Ahora el coronavirus afecta sobre todo a la gente más mayor, con una salud más frágil. Pero no sólo, también puede afectar a gente sana y joven y hay quien ha visto su vida interrumpida, con secuelas o sin ellas, incluso ha fallecido en edades muy tempranas. TÚ TAMBIÉN PUEDES CONTAGIARTE Y ENFERMAR.

encima mostraran una actitud insolente, con sonrisitas cómplices y burlonas hacia esa pareja mayor con la que ellas no tenían nada que ver. Y ahí está la clave. ¿Realmente no tenemos nada que ver las personas jóvenes y las mayores?

Al llegar a ser mayores aun conservamos mucho de lo que sentíamos y pensábamos cuando éramos jóvenes. La forma de ser, nuestras opiniones, los recuerdos de cómo nos sentíamos a los 10, a los 16, a los 25, a los 30 y pico etc. De los conflictos que teníamos con nuestra madre y nuestro padre, incluso con nuestros hermanos mayores y pequeños. También de lo que era examinarse, estudiar, disfrutar de las vacaciones de verano, que nos parecían tan largas entonces, de los primeros amores y amistades. Del descubrimiento del sexo y la seducción. Recuerdo tantas cosas …

Y ¡cómo no! De los inicios en nuestra profesión, de la búsqueda de empleo, de la inseguridad que sentíamos al emprender nuevas tareas.

Todo esto lo tenemos ahí, nos hace ser como somos, pensar como pensamos y sentir como sentimos. Y las personas jóvenes lo iréis adquiriendo y probablemente llegareis a nuestra edad con todo ese bagaje.

Un buen día fuimos padres y madres y, de repente, fuimos cuidadores de nuestro padre y de nuestra madre. O de nuestra hermana o hermano mayor o de nuestro nieto o nieta. Pasamos de ser cuidados a ser cuidadores y luego necesitaremos que nos cuiden. Así es la vida y ¡ojalá podamos completar nuestros ciclos vitales y no se queden truncados por una enfermedad inesperada o un accidente!

¿Cómo hemos cambiado?

Vicenta Alborch Bataller

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