revista de pensamiento crítico y reconocimiento. | Page 152

encargarán de replicar los contenidos.

Estas nuevas incorporaciones contarán incluso con la ayuda de un banco de proyectos a partir de la reformulación de una de las actividades inicialmente previstas en la programación didáctica (el mapa de los sueños) que servirá para generar ideas que se puedan materializar a lo largo de todas las sesiones didácticas. Todo para que en cada lugar donde se replique el proyecto cuente con toda la ayuda posible. No hay tiempo que perder; así lo recordaba en uno de sus poemas Gloria Fuertes, animando a aprovechar el tiempo y las energías disponibles a “escribir el poema que a todos nos contagie / y a crear esa frase que abrace a todo el mundo”.

Una conclusión apresurada y una reflexión

Asistimos al retorno de la Historia. Este ha sido uno de los inesperados efectos de la pandemia global, que nos lleva a considerar una conclusión apresurada y sujeta a posterior confirmación: la irrupción de una pandemia causada por una enfermedad desconocida e impredecible ha obligado a que nos demos cuenta de que somos seres finitos y contingentes. Pero para hacer frente al miedo y la incertidumbre de una crisis como la que afrontamos actualmente, Yayo Herrero nos recuerda una fórmula alternativa: “sabemos que uno a uno, somos seres vulnerables e indefensos y que la vida humana es imposible fuera de la comunidad. Por ello, afrontamos la precariedad y la incertidumbre reconstruyendo los vínculos, las relaciones de apoyo mutuo y la vida en común, haciéndonos responsables, todas y todos, de sostenerla cotidianamente”.(Herrero, 2018: 5)

Hasta hace unos pocos meses esta afirmación habría tenido una escasa aceptación. Fijémonos si no en los temas algunos de los grandes discursos públicos sostenidos por medios de comunicación y redes sociales antes de la pandemia: revolución industrial 4.0 y robotización económica, deslegitimación democrática y populismo, polarización social en torno a la identidad personal y la igualdad, auge de la desinformación, control (o su ausencia) sobre el tratamiento de datos masivos recabados por las nuevas plataformas tecnológicas, transhumanismo... Algunos de estos temas coinciden con las preocupaciones de la comunidad educativa y del resto de la ciudadanía; pero la mayoría servían sobre todo para mantener el interés en esos mismos medios que los difundían.

En términos parecidos el politólogo español Daniel Innerarity, en un libro gestado durante el confinamiento, ha señalado que no nos encontramos ante el fin del mundo, sino ante el fin de un mundo de certezas que obliga a reformular las instituciones globales para acomodarlas a su creciente interdependencia. Y de una manera muy elocuente, justifica que ha llegado la hora del bien común (Innerarity, 2020: 128). En efecto, las estructuras políticas, económicas, políticas, sanitarias o culturales vigente hasta ahora no nos sirven y es preciso apostar por otras nuevas.

No podemos predecir los cambios necesarios para afrontar esta nueva etapa histórica. Se trata de una tarea titánica que se prolongará durante muchos años y requerirá del esfuerzo de muchísimas personas. Pero no significar afrontar el futuro en soledad. A lo largo de estas semanas, hemos asistido a innumerables muestras de solidaridad y apoyo mutuo.

estos temas coinciden con las preocupaciones de la comunidad educativa y del resto de la ciudadanía; pero la mayoría servían sobre todo para mantener el interés en esos mismos medios que los difundían.

A finales del año pasado, el sociólogo francés Amin Maalouf certificó en su última obra “el naufragio de las civilizaciones”. No anticipó la situación actual, pero sí recolectó numerosos indicios para determinar el final de un ciclo histórico de casi cincuenta años, caracterizado por una revolución conservadora. Pero atención, frente a quienes pronostican desde hace años un colapso civilizatorio o el apocalipsis, advertía que no nos encontramos ante el fin de nada, sino más bien ante una encrucijada por explorar. (Maalouf, 2019: 114)

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