Ni en filosofía, ni en ciencias humanas, por razones obvias, cabe la experimentación. En estas disciplinas el experimento es la vida, aquello que nos pasa, lo que nos acaece. Y lo que ahora nos acaece está en la mente de todos. Desde hace más de un siglo, con la mal llamada ‘gripe española (1918)’, no nos enfrentábamos a una epidemia tan global y tan brutal como la que nos ha traído el Covid-19. No podemos dejar pasar la ocasión y con motivo de la pandemia no está de más que abramos ámbitos de reflexión como el de la revista Resistencia y pensando sobre lo que nos pasa, nos aclaremos (Aufklarung) un poco más sobre nosotros y la sociedad que nos acoge.
Ya hace algunos años nos lo enseñó Rene Girard en El chivo expiatorio, la sociedad siempre necesita culpables. En la base de todos los mitos paganos y de las religiones está la víctima propiciatoria que canaliza la violencia latente que amenaza la armonía social. Muy diferentes y a la vez muy iguales que nuestros antepasados, en las sociedades actuales continua muy presente esa búsqueda del chivo expiatorio mediante el amplio desarrollo que tiene en ellas la mentalidad acusatoria. Mi admirado Fernando Savater da una buena definición de ella: “Lo que pudiera llamarse conciencia fiscal o mentalidad acusatoria es la necesidad no tanto individual (psicológica) como colectiva (institucional) de hallar responsables personales y voluntarios de todos los sucesos negativos que afectan a la comunidad” (Sociopatología de la conciencia fiscal. Revista de Occidente, Febrero-marzo 1984).
Seguramente será una consecuencia lógica de la sociedad del bienestar pero hoy nos cuesta aceptar que en nuestras vidas pasan cosas y no todas las podemos controlar. No siempre ha sido así, en los griegos y seguramente en otros momentos de nuestra misma cultura estaba mucho más viva una idea que tiene que ver con una cierta
"Una ciudad sabemos que es algo más que un conjunto de individuos y de servicios colectivos"
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