Revista Corposano CORPOSANO MAYO2013 | Page 27

Somos cuerpo y a pesar de ello nos empeñamos en vivir escondidos, separados del mismo. Resulta chocante que estando inmersos en esta oleada de cultura del bienestar y cuidado del cuerpo sea el momento en el que más alejados estamos de él … ¿ qué nos está pasando?.
Recuerdo el caso de Javier. Tenía 43 años cuando llegó a mi consulta. Era un hombre con un aspecto triste y desvalido, como si se encontrara en un estado de permanente ausencia. Me contó entonces que tenía trastornos de alimentación y de auto-imagen. Se percibía siempre gordo y feo y llevaba toda una vida de dietas restrictivas que terminaban en episodios de atracones descontrolados que le hacían entrar en un círculo de culpa y malestar que no le abandona desde hacía años.
El motivo de su consulta lo describió claramente:“ No siento nada”. Después de muchos años sin pareja por fin se había lanzado a iniciar una relación y el problema era que a pesar de querer estar bien y disfrutar de los momentos juntos y de que sentía que su pareja le gustaba de verdad, su deseo hacia ella parecía estar dormido.
El contacto piel con piel era algo aséptico, carente de emoción y chispa. Era como si sufriera una especie de anestesia de los sentidos, sentía que su cuerpo no reaccionaba ni al tocarla ni al ser tocado como si estuviera en un estado de desconexión absoluta. Se sentía como un Bello Durmiente moderno, condenado a vivir en este sueño sin fin, no se sabe por qué maleficio.
La anestesia de Javier iba más allá. Se extendía a sus sentimientos, a sus afectos y vivencias, que le incapacitaba para crear vínculos, sentir amor, pasión, involucrarse, abandonarse y compartir una intimidad de dos.
Hay muchas personas que sufren esta paralización vital y apenas pueden ponerle nombre. Sienten que la vida es difícil de llevar y que lo más importante es controlar todo lo que ocurre a su alrededor. Esa dificultad para expresar y vivir unos sentimientos la van integrando a su día a día igual que integran su inseguridad y su deseo de complacer a los demás.
No confían en sí mismos, a lo mejor porque no aprendieron a confiar y ese sentimiento de inadecuación les lleva a depender constantemente del exterior. Necesitan la mirada del otro, la confirmación desde fuera, la admiración y el reconocimiento externo como base de su bienestar, es su alimento. twitter. com / RevCorpoSano revistacorposano. com
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