Revista Científica Quantos Octubre 2020 | Page 12

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La crisis del COVID 19 es, a todas luces, una catástrofe multidimensional en donde muy pocos van a salir bien librados. No obstante, uno de los más afectados va a ser el de la economía: la caída de los mercados bursátiles, el cierre del comercio formal e informal, el tortuoso salto a la virtualidad, y los 130 millones de empleos que se perdieron en el primer trimestre (sin tomar en cuenta el empleo informal) es la evidencia latente de ello. Se han perdido alrededor de 20 años de políticas de competitividad y apertura económica y alrededor de 12 años en lucha contra el desempleo. Además de esto, la ONU indica que los indicadores de pobreza y trabajo infantil se van a disparar por otros factores como la muerte de los padres y la caída de las remesas. El panorama es bastante desolador, y muchos teóricos de la ciencia financiera comenzaron a proponer soluciones y alternativas para poder salir de esta situación. Una crisis que, hay que decirlo, tuvo el impacto que tuvo gracias a los modelos de libre mercado.

En un modelo económico donde las políticas neoliberales están a la orden del día, donde se tiende a que los gobiernos reduzcan su participación en los mercados y donde los impuestos sean los enteramente necesarios, esta pandemia nos invita a una serie de reflexiones. Está el caso de China, país donde se originó el virus y la provincia de Hubei como la primera zona roja de contagios, a día de hoy es uno de los países con más bajos índices de contagiados por millón de habitantes (0,06 contra los 8,33 de los Estados Unidos) y que está retomando actividades cotidianas como ir a la escuela con los más altos estándares de seguridad para toda la población. Los mismos habitantes destacan por su cumplimiento estricto del aislamiento preventivo junto con la irónica noticia del estudiante colombiano que decidió quedarse en Wuhan, quizá

previendo la que se venía para este lado del globo. A su vez muchos se asombraron con la noticia de que el gigante asiático levantara en el corto tiempo de 10 días un hospital de grandes proporciones, algo que se queda en la imaginación para nuestra gestión de la emergencia. ¿Cómo lo hacen? ¿De qué manera se pueden mover recursos tan rápidamente y generar obediencia civil a las medidas que toma el ejecutivo? La respuesta es sencilla: autoritarismo y economía planificada.

China tiene índices de democracia bajísimos, mantiene el modelo de un solo partido heredado de la Unión Soviética y sus empresas estatales son tan colosales, como la naviera COSCO y la energética State Grid, son las más prosperas de la nación. Sumado a esto una supresión casi total de las libertades civiles en materia de participación política y libertad de expresión, un sistema de vigilancia que evoca al Gran Hermano orwelliano, y centenares de denuncias de desapariciones forzadas y abortos forzados dejan claro por qué la obediencia es un imperativo para los chinos. Al tener el ejecutivo un poder de acción tan colosal y no tener oposición ni revisión, en estos momentos de crisis se pueden tomar decisiones de manera expedita y mover los recursos de manera inmediata, así como coordinar los sectores importantes de la producción para conseguir sus objetivos económicos en la medida de los posible. En resumidas cuentas, en un sistema muy atractivo para materializar metas financieras, pero con consecuencias políticas y sociales bastante fuertes.

COVID 19: ¿El fin de la globalización económica?