Revista Casapalabras N° 36 Casapalabras N° 36 | Page 64
Más allá del páramo
donde los gallinazos entretienen la mirada
antes de anclar su soledad
una no sabe si podrán cerrar los ojos
para verse
si un sonido de campana los lastima
si acaso su sangre en remolino se agolpa
cada vez que la garúa desdibuja la montaña
y si entonces morirán de pena
si el picoteo de la ruina
algo de pulcro dejará en sus paladares
algo de triste
de insaciable
de sombrío
cuando la luz se desmorona entre las nubes
y ellos atrapan, consumada, la belleza.
Oscuros ángeles que marcan el sendero
si por el filo de la muerte me encamino.
Con sus señales he logrado desandar la destrucción
volver intacta.
Pero esta noche no será.
Llevo una soga entre las manos
y me esperan.
(De Detrás de la brisa, 2008)
Si ella pudiese
sólo ahora
recuperar los ademanes de la casa
el entusiasmo en la cocina
apenas sombra que habitó estos muros antes que su
cuerpo
antes, también, de conocer
esa manera en que la muerte imprime señas sobre un
rostro
gestos que nadie ha descifrado
laberintos.
Si aún supiera descubrir la madrugada
en que corrió tras la negrura del ciprés
para entrever en las pupilas del abuelo
ese dolor que se escondía bajo tierra
como un despojo que hasta ahora puede amar.
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Y si quisiera recordar el breve júbilo
de las palabras descubiertas
como sueños
comprendería lo que tanto le hace falta
y en amistad con cada cosa
partiría.
Casi fugaz.
De frente.
Sin ninguna culpa.
(De Detrás de la brisa, 2013)
El frío me araña los huesos.
Padre, me has desterrado.
Voy en busca de un lugar para quedarme
y sólo me encuentro con las colinas donde se eleva tu
casa en el horizonte.
No sabes que ya no soy yo,
que hace tiempo me dejé esperando un tren que
jamás llegaría,
que una tarde me abandoné en un mercado repleto
de gente
mientras mi boca se perdía en las delicias de la fruta.
Ahora tú me echas.
Pero no sabes que ya no soy yo
que hace tiempo me abalancé bajo las ruedas de un
coche
que una mañana desperté en otra tierra
y volvió mi vacío.
A veces me espanta la noción de mi cuerpo
llamándome desde ese lugar al que no tengo acceso.
Sin embargo pueden ser bellos el destierro y el
abandono
como lo son las gotas de sangre en el cristal
destrozado por un puño.
Como lo es mi dolor en la oscuridad.
Él será la tierra que habrá de sacarme a flote
cuando todo lo demás comience a hundirse.
Me has desterrado, padre.
Tal vez sea justo.
Pero hace tiempo que ya no me importa saberlo.
(De La pendiente imposible, 2008)