Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 242

E duar do Gó me z Barba Jacob: el viajero que nunca llega persecuciones que esa actitud suscita en la sociedad de los adaptados. Un hombre de verdad, en una época y un país como los que le tocaron vivir, es un ser desgarrado, abrumado de preguntas sin respuesta, es un ser perpetuamente insatisfecho. Ser un hombre auténtico implica jugarse entero, arriesgarse a transgredir las normas que le han sido impuestas, saber apasionarse y nunca conformarse, porque es preferible el fracaso del rebelde a los falsos triunfos. Como se trata de un poema muy represen- tativo, lo transcribimos completo. Un hombre Los que no habéis llevado en el corazón el túmulo de un dios ni en las manos la sangre de un homicidio; los que no comprendéis el horror de la conciencia ante el Universo; los que no sentís el gusano de una cobardía que os roe sin cesar las raíces del ser, los que no merecéis ni un honor supremo ni una suprema ignominia; Los que gozáis las cosas sin ímpetus ni vuelcos, sin radiaciones íntimas, igual y cotidianamente fáciles; los que no devanáis la ilusión del espacio y el tiempo, y pensáis que la vida es esto que miramos, y una ley, un amor, un ósculo y un niño; los que tomáis el trigo del surco rencoroso, y lo coméis con manos limpias y modos apacibles; los que decís: “Está amaneciendo” y no lloráis el milagro del lirio del alba: Los que no habéis logrado siquiera ser mendigos, hacer el pan y el lecho con vuestras propias manos en los tugurios del abandono y la miseria, y en la mendicidad mirar los días con una tortura sin pensamientos: Los que no habéis gemido de horror y de pavor, como entre duras barras, en los abrazos férreos de una pasión inicua, mientras se quema el alma en fulgor iracundo, muda, lúgubre, vaso de oprobio y lámpara de sacrificio universal, ¡Vosotros no podéis comprender el sentido doloroso de esta palabra: UN HOMBRE! En la Balada de la loca alegría, el sujeto del poema confiesa desde el comienzo que su vida es viciosa y estéril: “Mi vaso lleno – el vino del Anáhuac – / mi esfuerzo vano – es- téril mi pasión –”. Ya no hay posibilidad de retroceso para lograr una superación y como se siente impotente para cambiar, resuelve, al menos, exprimir los goces de su degrada- ción: “soy un perdido – soy un marihuano – / a beber – a danzar al son de mi canción…”. Como no le queda sino un presente de sensaciones inmediatas, la vivencia de lo orgiástico no le proporciona sino un placer agónico. A la manera de los antiguos griegos anhela la máxima intensidad, buscando el placer con ambos sexos, siendo “Eva y Adán”. Como tiene una obsesiva conciencia de que va a morir y la muerte absurdiza in- cluso la vida de los grandes hombres, quiere consumir ávidamente el instante: “la muerte viene – todo será polvo / bajo su imperio – / polvo de Pericles, / polvo de Codro, polvo de Cimón…”. Separa la muerte de la vida, en forma absoluta, y no se da cuenta de que ese desenfreno es, precisamente, el comienzo vertiginoso de aquella, porque el desenfreno no proporciona una existencia más plena, sino un comienzo de muerte, y porque la voluptuosidad viciosa es progresivamente paralizante de toda voluntad de superación. Pero el sujeto del poema quiere embellecer con arte y erudición esa vocación suicida e invoca los excesos de la decadencia romana como una justificación de los suyos, y al mismo tiempo insinúa que no hay grandeza que resista a la muerte y que por lo tanto es preciso aprovechar lo más intensamente el presente inmediato. Para intensificarlo apela a sus recuerdos lúbricos, dispersos por toda la geografía de Centroamérica: “mozuelos de la gran Cuscatlán – oh ambrosía! – / y mozuelos de Honduras, / donde hay alon- dras ciegas por las selvas oscuras… / entrad en la fiesta, en el feliz torbellino; / reíd, danzad al son de mi canción”. El estribillo vuelve a recordar (con los nombres de otros grandes hombres – Bolívar e Hidalgo –) que “todo será polvo” y por tanto “es vano el esfuerzo” y “estéril la pasión”. Es preciso, entonces, forzar la alegría mientras se está vivo: “el Polvo reina, el Polvo, el Iracundo… / alegría!, alegría!, alegría!”. Pero ese volun- tarismo que quiere forzar la plenitud, está impregnado de desesperación y se parece a un alarido. Nuevamente (y por medio de imágenes y reflexiones más intensas y profundas que en Acuarimántima) Barba Jacob alcanza la crispada plenitud del sentimiento dionisiaco y nietzscheano pero a la manera de un beo- do, sofisticado y patético, de la modernidad más decadente. Es como si nos sugiriera que la verdadera y pura alegría es imposible porque es un sentimiento que surge conta- minado por una secreta y trágica conciencia del absurdo de la existencia. Se trata en- tonces, de una alegría heroica y ficticia que surge de las entrañas de la desesperanza. Es un poema que sabe resumir con fuerza y ritmo delirante, el secreto fracaso de la actitud orgiástica y libertina, que no ofrece Ilustración de Porfirio Barba Jacob, publicada en el Heraldo de Chiapas. r e v i s t a r e v i s t a  