Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 232

E duar do Gó me z Barba Jacob: el viajero que nunca llega la guerra civil de 1899, llamada de “Los mil días”. Al respecto dice: “Fui soldado conservador porque me reclutó el gobierno conservador” 5 . Pero tampoco fue soldado de verdad porque logro que lo nombraran como administrador de víveres del Batallón Tolima y Antioquia. Así se va formando en él una personalidad múltiple que sabe representar papeles y engañar para sobrevivir. En 1902, a los diecinueve años, reaparece en Santa Rosa de Osos, gastando con generosidad, el dinero que había ganado. Lee, en medio de esa vida desordenada, a los últimos poetas (Guillermo Valencia, Rubén Darío, Lugones, Nervo, Gutiérrez Nájera) y cuando se ago- tan sus posibilidades, regresa a Angostura a la finca de los abuelos como en un último intento (quizás secretamente desesperado) de echar raíces en el solar familiar y de conquistar una “patria”. Entonces inicia un noviazgo y le dedica a su novia una novelita que tituló, Virginia, en cuyo argumento el pretendiente se robaba a la novia. Inmedia- tamente, el cura de Angostura la prohíbe airado y es secundado por el alcalde. Según éste, la novela no podía circular debido a que en el argumento había “conversaciones que perjudican a la moral pública” 6 . Después de este incidente, la situación se aclara: tendrá que emigrar si quiere realizar- se como escritor. Aunque los paisajes pueble- rinos y campesinos le han dado un sentido del simbolismo metafísico de la naturaleza y de que toda belleza está relacionada con ella y aunque a veces parece admirar la in- genuidad o la sanidad de costumbres de los 5 6 Ibídem pág. 36. Ibídem pág. 428. lugareños, las ciudades distantes lo llaman porque presiente que allí podrá re-nacer con más libertad, que tal vez encontrará a alguien que lo comprenda y quizás obten- drá poder y gloria. Subrepticiamente, su rebeldía se ha ido conformando en torno a su frustración sexual y a su naciente homo- sexualidad pero no sin nostalgias respecto a la “normalidad”, con sus deberes de amor a la mujer, a la respetabilidad patriarcal y a la virtud. Entonces su personalidad se escinde: por una parte, reacciona contra la represión católica de los instintos y en un poema inconcluso canta a la bestia: “Ah cómo corren desatentados los garañones / tras de las yeguas por la montaña. / ¡Viva la bestia! ¡viva la bestia! ¡viva la bestia!”, y con fruición bárbara declara que “le gusta la carne de cerdo para la cena y la de hombre para el amor” 7 . Por otra parte, sueña a veces con la vida sencilla de esposo y de padre. Más tarde expresará ese anhelo en la, Elegía de un azul imposible, cuando dice: “Oh sombra vaga, oh sombra de mi primera novia! / era como el convólvulo – la flor de los crepúsculos –, / y era como las teresitas: azul crepuscular / nuestro amor semejaba paloma de aldea, / grato a todos los ojos y a todos familiar”. Y en, Canción del día fatigado, escrito en México, muchos años después, todavía se entrega a sueños de normalidad, concebida como sencillez idílica y campesino vigor pero el estribillo con que termina cada estrofa, expresa que ya es demasiado tarde y que todos esos propósitos no son sino puras imaginacio- nes. En un fragmento de la primera estrofa 7 Ibídem pág. 417. dice: “cantaban unos jóvenes y sus bellas canciones / las muchachas del pueblo salían a escuchar. / Busco una vida simple y a es- paldas de la Muerte, / no triunfar, no fulgir, obscuro trabajar, / pensamientos humildes y sencillas acciones / hasta el día en que, al fin, habré de reposar. / -- Imaginaciones – / -- Imaginaciones – “. En la segunda estrofa continúa: “vivir aquí labrando la tierra de Sayula, / porque me diese un día, a cambio de sudor / – ya extinta mi inquietud, calladas mis canciones – ; / paz, paz en mis entrañas! silencio en rededor! / – Imaginaciones! – / –Imaginaciones!–”. El poeta vive la extraña paradoja que produce toda moral idealista y que, como tal, es imposible de cumplir: sus aspiracio- nes abstractas a un rechazo de sus instintos desviados (en nombre de principios católicos, inculcados en la infancia) provocan, de he- cho, una reacción exasperada de los mismos. El querer reprimir el deseo, deja a este fuera de toda posible sublimación y lo impele a resurgir como obsesión morbosa, violenta y neurótica. El sexo rechazado se venga retornando como enfermedad, psicopato- logía o vicio, porque el Hombre cabal debe asumirse y realizarse en la integridad viva y contradictoria de su cuerpo, sin complejos de culpa. Pero Barba Jacob no pudo jamás lograr la aproximación satisfactoria a una relativa síntesis dialéctica entre sus tenden- cias encontradas. En el poema, Lamentación de octubre, exclama: “Oh quien pudiera de niñez temblando, / a un alba de inocencia renacer! / Pero la vida está pasando / y ya no es hora de aprender. / Yo no sabía que la paz profunda / del afecto, los lirios del placer, / la magnolia de luz de la energía / lleva en su blando seno la mujer. / Mi sien rendida en ese seno blando, / un hombre de verdad quisiera ser… / pero la vida está acabando, / y ya no es hora de aprender!”. El no poder ser un hombre de acuerdo a la tradición que trataron de inculcarle sus abuelos y maestros (logrando tan solo dejar en él un complejo de culpa) y la frustración y el desencanto posterior con que casi siempre vivió sus experiencias homosexuales, consti- tuyen motivos decisivos para que no pueda aceptarse y para que una angustia latente y una depresión frecuente lo acosen y no lo dejen echar raíces en ninguna parte. Pero hay otra causa no menos profunda para ese perpetuo desarraigo: el sentir que (en rigor de verdad) no tenía “patria”. Se sentía casi completamente al margen de las conven- ciones sociales y “patrióticas”, lo cual era reforzado por la convicción de que ni siquie- ra podía contar con una familia propia, de que no sería “heredero” (con mayor razón, si se tiene en cuenta la avaricia del abuelo). Sus conflictos sexuales reprimidos todavía pero apremiantes; el sentirse como reo en potencia, debieron hacerle concebir como una completa liberación, el partir a otros países, lejos de esa estrechez provinciana que lo amenazaba en Colombia. En él se configura una actitud ajena al nacionalismo o al patriotismo a ultranza y que tiende a sentimientos cosmopolitas y latinoamerica- nistas. No solo sus numerosas declaraciones al respecto, sino también su viajar sin tregua por toda Centroamérica y parte de Norte- américa (a través de México, Guatemala, San Salvador, Nicaragua, Cuba, Honduras y Nueva York) lo confirman. Al respecto, llama la atención el desapego crítico con que r e v i s t a r e v i s t a  