Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 208

Ne l s o n Os o r i o Giacomo Leopardi entre el eros y la mística Al amor se complace en darle compañía y sobrevuelan juntos, el mortal camino. Y allí en medio de esta danza macabra, amor y muerte, el Amor inconmensurable por su Italia yaciente y exánime, ultrajada y rota, campo de batalla de la Europa toda, invadida, despojada, humillada, mendiga gloriosa, anciana mísera corona de flores y laurel. Amor que lo elevará junto a Dante y Manzoni, a la triada sacra de los visionarios padres de las letras italianas; enarboladas como instrumento insurgente para propulsar el nacimiento de la más antigua, y la más joven, de las grandes naciones Europeas contemporáneas. Será en Florencia, ‘topos’ físico del dolor de construir una patria desde la lengua, donde en alguna fuga de Recanati huyendo del yugo paterno y del poder omnímodo de la condesa madre, donde Leopardi nos ofrece a parir del ardor patriótico su oda profunda a las antiguas glorias y a las míseras nuevas de su dulce y eterna patria: Italia. A Italia Oh patria mía, veo murallas y arcos, las columnas y estatuas y las desoladas torres de los antepasados, mas tu gloria, no veo. No veo al laurel o el hierro que adornaban a los antiguos padres. Ahora inerme tu, desnuda la frente y el pecho nos muestras. ¡Ay! Cuantas heridas, que palidez, que sangre, Como te veo bellísima mujer. Paolina Leopardi, por S. Ferrazzi, Siglo 19, Oleo sobre lienzo. Pregunto al cielo y al mundo ¿decidme quien te redujo así? Peor es esto, que lleno de cadenas van tus brazos desgreñada y sin velo, Yaces por tierra, afligida, abandonada y ocultando tu rostro en las rodillas, lloras. Llora, que tienes motivo ¡Italia mía¡ En la fausta fortuna y en la adversa. Tú, a otras naciones a vencer nacida. Al monumento a Dante que se levanta en Florencia Aunque a las gentes nuestras la paz acoja bajo sus alas blancas, no ha de soltar los lazos de sopores añejos, la ítala mente, si al patrio ejemplo de la edad primera esta tierra fatal, ya no se vuelve. Oh Italia, que a ti importe siempre dar honra a tus antiguos. De otros tales, desiertas hoy se encuentran tus comarcas y nadie queda a quien honrar convenga. Vuelve atrás y mira, oh patria mía, tu hueste infinita de inmortales y llora, y de ti misma, siente ira, pues ya sin ira, la tristeza es necia. ¡Mira atrás, avergüénzate y despierta! problemas de la Naturaleza y de la historia, planteados por la filosofía y por la ciencia. Es entonces que su amado cuaderno de las horas y la muerte, su amado “Zibaldo- ne”, empezará a crecer y crecer para que Eros y Mística se desposen en él y consumen su amor sin límites en cada página, en cada aforismo, en cada reclamo al universo. A un universo natural de hombres bue- nos y justos. Porque la poética de Giacomo Leopardi cree en la felicidad del hombre, a y sean por un día tu espuela, los ancestros y tu herencia. partir de las ilusiones que ofrece la Naturale- za y que lo lleva a la esplendor, a la felicidad, a la generosidad, al heroísmo. La poesía leopardiana es pura imagen. Es sensación. Es tacto. Es regocijo estre- mecido en su estado puro, en consonancia con la naturaleza que ríe, admira, padece, pero que sobretodo… espera, espera, espera contra toda esperanza. El joven conde Leopardi veía la historia de su propio tiempo post- napoleónico, reaccionario, timorato y frágil, arribista, snob y aún traumatizado, cómo una na- rrativa de la decadencia, mientras que la noción de patria, pervivía en él, como una fuerza de origen natural; nada de fábula o de dulce engaño, sino como una idea clara y concreta de esas que crecen y resplandecen, en la juventud de los hombres y de los pue- blos. “Despertemos entonces a los gloriosos muertos, porque nuestros vivos, duermen”. De ahí su desesperación, diríamos cróni- ca. “Me siento solo en el desierto del mundo y de la historia”… “como pastor errante por las estepas de Asia, estoy solo bajo los astros o la naturaleza y mi salud endeble me tiende traicioneras trampas”. El canto leopardiano puro, se eleva ya desde sus 20 años a representar los nuevos mitos y este contraste entre la naturaleza que nos ofrece sus ideales y la historia que los consuma. Este pensar y repensar entre 1819 a 1825, su cotidiano pensar y repensar los Sobre un bajo relieve sepulcral antiguo ¿Dónde vas? ¿Quién te llama lejos de aquellos que amas? ¿Bellísima doncella, sola, peregrinando dejas el patrio techo? ¿A estos umbrales, volverás? ¿Algún día tornaras a hacer felices a quienes hoy, llorándote te rodean? Secas los ojos, decidido el gesto; triste estás, sin embargo si el camino es grato o duro, amarga la morada a la que vas, oh alegre por tu severo aspecto mal se adivina ¡Ay! ¡Ay! Yo no podría afirmar, ni tan poco acaso el mundo r e v i s t a r e v i s t a  