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Rodol fo R amír e z S oto
Un breve esbozo de lo vivido en aquellos
días lo podemos encontrar en el siguiente
fragmento de su novela, eminentemente
autobiográfica, Los apuntes de Malte Lau-
rids Brigge:
Recordábamos que había habido un tiempo
en el que mamá deseaba que yo fuese una
niñita y no este muchacho que, Dios mío, sí,
tenía que ser. Yo había adivinado esto, no sé
cómo, y había tenido la idea de llamar alguna
vez por la tarde a la puerta de mamá. Cuando
ella preguntaba entonces que quién estaba allí,
me gustaba decirle desde fuera: «Sofía», dis-
minuyendo tanto mi voz que me cosquilleaba
la garganta. Y cuando después entraba (con
mi vestidito de casa con mangas levantadas,
que parecía casi un vestido de niña), yo era
sencillamente Sofía, la pequeña Sofía de mamá
que se ocupaba del arreglo de la casa y a la
que su mamá tenía que trenzar una coleta
para que, sobre todo, no hubiese confusión
con el feo Malte, si volvía alguna vez. Además
esto no era deseable; le gustaba tanto a mamá
como a Sofía que Malte estuviese ausente, y
sus conversaciones —que Sofía continuaba
siempre con la misma voz aguda— consistían
sobre todo en enumeraciones de las fechorías
de Malte, de las que se lamentaban. «¡Ah sí,
ese Malte!» suspiraba mamá. 1
Con su padre no le fue mejor, don Joseph
Rilke había deseado ardientemente dedicarse
a la vida militar pero los infortunios del des-
tino lo condenaron a tener que abandonarla
y terminar convertido en nada más que un
1
Rilke, R.M., (1981). Los apuntes de Malte Lau-
rids Brigge. Madrid, España. Alianza Editorial.
Traducción de Francisco Ayala. (p.70)
Los estilos pictóricos en la poesía de Rilke
mero oficial ferroviario. Contrario a su esposa
nunca vio en su hijo a la tal Sofía sino que su
anhelo siempre le mostró al futuro varón que
se encargaría de hacer realidad el designio
que él en su imaginación se había forjado
para la estirpe Rilke. A saber, el de alcanzar
las distinciones militares más relevantes.
Tamaña decepción se llevará al constatar
no solo el poco equipamiento físico de aquel
débil jovenzuelo, sino el escaso interés que
este tenía por la disciplina de la milicia en
flagrante contraste con su gusto pernicioso
por la literatura, historia del arte y la filosofía.
Decepcionado por su vástago, en un último,
preocupado y sincero intento por encausarlo
en el propósito decidido para el linaje, Rilke
padre obliga a su hijo a inscribirse en la
Escuela Militar secundaria de Sankt Pölten.
Episodio que marcará el desgarro definitivo
de la familia, pues no solo Rilke abandona
a sus padres sino que por los mismos días a
ellos el matrimonio se les acaba.
En lo que respecta a las notas nada hace
suponer que fuera este un periodo compli-
cado para el poeta, pues las que obtuvo son,
en lo referido a idiomas —Alemán, Francés
y Checo— y a Ciencias, excelentes. Sin
embargo, la mayor parte de este tiempo lo
pasó confinado a la enfermería debido a su
débil constitución que lo hacía presa fácil
de una constante seguidilla de dolores de
cabeza y de fiebres. Tiempo después escri-
birá, en una carta dirigida al general-mayor
von Sedlakowitz fechada del 9 de diciembre
de 1920 2 , que aquellos años fueron mar-
cados por una permanente “desesperación
2
Aquel militar solo le había escrito, cuando el poe-
ta ya era famoso, si él era realmente ese “cadete
Rilke” del que él guardaba recuerdo.
cotidiana” de la que saldrá “físicamente
agotado y mentalmente maltrecho”.
De este periodo de su vida solo tendrá un
grato recuerdo, el del profesor, y capellán de
la escuela, Horacek: “guardo a ese amable
sabio una gran veneración y un agradeci-
miento que dura por los años”. Así se puede
leer en la primera de las cartas que Rilke le
envía a Franz Xavier Kappus, la del 17 de
febrero de 1903, y con la cual se inicia una
correspondencia, propiciada justamente
por el “amable sabio”, que la mayoría de
nosotros hemos leído en el breve libro, muy
popular, titulado: Cartas a un joven poeta.
Salvo Horacek, para Rilke los cinco años
que pasó en el ambiente militar solo se
pueden describir como un “abecedario de
los horrores”.
Producto de estas vivencias se arraigan
en el poeta dos actitudes ante la vida que
resultan ser el germen de lo que se convertirá
a la postre en su planteamiento estético:
1. Una búsqueda constante de lo per-
manente.
Y debido a los reiterados reclamos tanto
de su padre como de su madre quienes nun-
ca, a pesar de estar separados, le aceptarán
a su hijo que se dedique a la literatura salvo
que sea como una actividad accesoria a una
actividad seria y principal:
2. Una lucha por mantenerse constante-
mente en el ejercicio de la literatura,
pues ella ha devenido en el único
remedio que le alivia de sus angustias
y de sus males.
Franz Xavier Kappus.
Un ejemplo claro de esta búsqueda por
encontrar algo permanente en lo cual po-
der inscribirse, así como de su dedicación
constante a la literatura, se puede leer en la
nota de presentación que el propio Rilke, de
apenas 20 años, redactó para el editor del
Diccionario de poetas y prosistas alemanes
del siglo XIX:
“Algunas palabras sobre mí:
Desciendo, si doy crédito a viejas tradicio-
nes, de una familia de muy antigua nobleza
carintiana. Entre mis antepasados no figuran
ni escritores ni universitarios. La vocación de
r e v i s t a r e v i s t a