Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 152

Samu e l Ja r amil l o esplendorosas que en lugar de contrade- cirse, se complementan y se potencian. Sus elaboraciones hondas, con deseo de verdad, enraizadas en los valores y aspiraciones de ese final del siglo XX, y su paso al siglo XXI, se articulan con epifanías que movilizan el alma y ensancha la sensibilidad. Uno de sus leitmotivs es la tensión del hombre contemporáneo entre su indivi- dualidad y el conjunto que conforman sus semejantes, particularmente aguda en el artista, en el intelectual responsable, en el poeta de este tiempo. En una dirección empuja la voluntad de articularse a la so- ciedad que da sentido a la vida individual y particularmente ligarse a sus luchas, a sus aspiraciones, a su historia. El riesgo de construir una vida aislada, mezquinamente privada es serio y amenaza con vaciar de sentido la existencia. El mundo contempo- ráneo, y en esto parece claro que su matriz capitalista tiene mucho que ver, tienta a los hombres a construir una existencia basada en el solipsismo, en la que lo único que es pertinente es su ámbito individual. Para el artista, que eventualmente condensa y agudiza esta actitud, esto se traduce en un bucear obsesivo en su propia psiquis, en los vericuetos de su experiencia psíquica y emocional. El argumento del poeta Gómez es que esta actitud, desligada de una conexión explícita con sus semejantes, conduce a la pérdida de reconocimiento por parte de ellos de la labor creativa del poeta y del artista, lo cual eventualmente despoja de sentido su acción. En un poema de apertura de este libro, que es para mí uno de los poemas in- eludibles de la poesía colombiana reciente, Réquiem sin llanto dice Eduardo Gómez: Eduardo Gómez, poeta innumerable Hace un mes comenzó tu muerte y desde el primer día los niños juegan en los patios como siempre (…) Las gentes trabajan conversan pasan a mi lado y sus ojos resbalan sobre mí indiferentes. Pienso que son crueles pero luego recuerdo que no te conocieron que no me saben portador de la tremenda noticia ¿y aunque te hubieran conocido y amado acaso podrían hacer algo que no fuese su vida? Nuestro mundo comienza a ser joven nuestro mundo solamente ama a aquellos muertos que le han dado vida. (…) A los que se encierran en una construc- ción literaria que pretende ser refinada y superior, se les responde con frialdad: Andas desnudo entre la multitud que te mira y en los atardeceres paseas por los sitios donde no hay nadie, pero nosotros no tenemos tiempo para averiguar dónde perdiste tus pequeños tesoros, quién ha robado los huesecillos que enterraste al otro lado del mar. Cuando recorres la ciudad en esa tumba silenciosa agujereada para contemplar el paisaje nosotros sonreímos sin cambiar de tema: hemos conocido la guerra y aprendido a no pensar en la muerte sino para sobrevivir. (Salutación al extranjero) Desde luego es una condena a la poesía inmovilizada en la retórica deliberadamen- te literaria, a la cultura aérea e impostada de cierta intelectualidad extraviada en sus propios y abscónditos laberintos. El juicio del poeta Gómez desemboca en ese bello poema que da título al libro Restauración de la palabra y que es una proposición muy contundente sobre el sentido de la poesía en esta época: ¿Para qué escribir pequeños versos Cuando el mundo es tan vasto Y el estruendo de las ciudades ahoga la música? En esta lucha de gigantes se necesitan armas de vasto alcance. En este duelo a muerte las canciones embriagan o adormecen. (…) Es hora de buscar situaciones en donde la palabra sea necesaria y de convivir con aquellos para quienes la palabra es liberación. Solamente la palabra que ponga en peligro el poder de los tiranos y los dioses es digna de ser pronunciada o escrita. en la expresión de Eduardo Gómez, lo que desde cierta perspectiva podría ser vista como su contrario, y que en él es com- plemento. El poeta reivindica también su sensibilidad propia, no como una anoma- lía, y más bien como una peculiaridad que enriquece el acervo común y que debe ser respetado. Así, el viajero que transita los parajes exóticos de la imaginación, regresa y es emplazado y responde de manera des- concertante: Después de tantos viajes regresó desnudo a casa En las manos una luna rota recogida en el polvo. Apareció en el camino montado en una jirafa, Conversando de cosas cotidianas. Le preguntaron sobre las siete maravillas Y él narró una conversación de sobremesa. Le preguntaron sobre los rascacielos Y narró una pelea de negros armados de blancos dientes. Le preguntaron sobre el París de los taxis Y habló de un mendigo pintoresco desayunando en Montmartre. (…) En sus ojos ardían mil ciudades distantes. Pero este reclamo al poeta, al hombre, a hacer parte activa de la historia no elimina (El viajero) r e v i s t a r e v i s t a  