Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 90
Yu d s ef
Pe
ro Ko
A l mu
e jo n ya
G ó k m a e a z
con la muerte: como un ángel
empujado contra el dolor,
su casco redondo
sigue el círculo de luz que su linterna
arroja al vacío. Entre piojos
plateados, mierda, gusanos y vapores
pestilentes.,
ahí va, el buen soldado,
a cuatro patas, excavando más allá
de la muerte que se esconde en cualquier
esquina oscura
honrando el peso de la escopeta
que cualquier día lo llevará a la tumba.
Gracias
Gracias por el árbol
que se interpuso entre la bala del
francotirador y yo.
No se qué fue lo que hizo moverse
a la hierba momentos antes de que el
Viet Cong
levantara su rifle silencioso.
Me acompañaba siempre una voz
que me indicaba qué pie
tenía que poner primero.
Gracias por desviar la bala rebotada
en el desorden de aquella tarde.
Imaginaba que estaba en San Francisco
embelesado con los profusos colores de
una mujer,
haciendo que el canto de amor de un
pájaro oscuro
se quebrase al clarear el día,
cuando mis manos recogieron
una rama y la apartaron
de mi cara. Gracias
a la florecilla blanca
r e v i s t a
que me mostró el destello del metal
avisando que podía estallar en pedazos,
como la niebla sobre la hierba,
cuando jugábamos a un juego
mortífero para dioses ciegos.
Aun no entiendo qué fue
lo que me hizo ver la mariposa
posada sobre aquel hilo sutil
amarrado al portillo de una finca
que hacía depender el día
de una cuerda de guitarra esperando ser
tocada.
No era extraño
que las grises colinas se dolaran un poco
bajo el calor.
Gracias otra vez por la granada
Defectuosa que lanzaron a mis pies
en las afueras de Chu Lai. Aún estoy
oyendo su silencio.
No sé por qué el sol
intrépido rozó la bayoneta,
pero sé que algo
había entre aquellos árboles
que se movía solamente cuando yo me movía.
Versiones de Juan José Vélez Otero.
Todas las traducciones por cortesía de
Valparaíso ediciones.
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