Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 64
Carto gr a fí a de los e Poe
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L u d i s ro A A
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Pe
l e jo o G d ó e m Vill
e z e na
Se acercaron también los chicos que han querido
suicidarse, y sueñan con la muerte, anonadadora como
un tranquilizante;
y las muchachas que no han encontrado amor y aborrecen
el híspido sexo, y las mujeres de su casa que creen
-alguna tarde— que la vida
no debe o puede ser una cocina eterna con sopas de sobre,
y el viejo señor viudo que no puede dejar de llorar,
porque fue sobriamente feliz en su matrimonio largo,
y el chiquito afeminado del que se ríen
en el internado o el colegio, ofensa sin sentido
que jamás olvidará en la vida,
y la cantante del pasado, que cada tarde se pone los
rancios cuatro discos de baquelita,
y cuyo nombre a nadie dice nada.
Y se acercan los pobres sin hogar, los mendigos de lodo,
las perdedoras de botella de ginebra,
las locas de litrona, los estropiciados del caballo,
los negros de la tierra, los sioux de las grandes ciudades,
los tártaros de la ignorancia, los judíos que no son ya
judíos, se aproximan todos a un salón vacío con el suelo
de mármol,
a un huevo que les han dejado ahora, en este solo
instante, y ante el gran silencio, ante vacío,
ante la ausencia de voz,
ante la nada retumbante y repetida,
preguntan con voz queda, mirándose entre sí, inquietos,
preguntan sorprendidos: ¿Algo malo hicimos?
Decidnos: ¿pecaron nuestros padres?
¡No es personal el destino?
Decid, ¿a quién ofendimos?, ¿qué hemos hecho?
Mas no ha encontrado el hombre en su tumba consuelo.
Y en el mármol resuenan las pisadas. Y al silencio le sigue
el silencio.
Marqués de la casa de citas
Su padre —de igual nombre— fue un prócer muy ilustre.
Fundó casa y familia, sirviendo patria y gloria.
De él -igual de nombre- contó la diferencia.
A un padre tan notable sucede un hijo bala.
Y al hacedor, un señorito loco que se gasta la hacienda.
Vivió una vida mala y hueca: Según las señoronas de
provincia.
Dilapidó fortuna, frecuentó puertos oscuros, y en fiestas
y tugurios fue la piedra angular; en yates, en palacios,
entre los nobles, los play-boys aviejados y la consecución
eterna de la belleza joven: Poco importan sobrinos o
soldados.
Tiró su nombre alto por la pendiente abajo, tiró la
economía,
las fincas, las casonas: Todo se fue en delirios y noches
de San Juan que no acabaran nunca... En fuegos fatuos
donde el amor (pagado) se unta al último fulgor
de una Europa vieja, zíngara y copetuda.
Ahora el viejo galán, el cigarrón perdido que
hizo añicos un escudo de blao y de sinople ineficiente,
vive en un viejo Hotel prostibulario, en una ciudad
del África del Norte. Borracho y entre moros cada noche,
saluda muy amable a quienes le presentan. No le importa
el vestir tan modesto, ni los fonduchos donde come
comidas populares. Ni le importa la suite impertinente,
la habitación ramplona, adonde sube su alta amanecida.
Es la traca final. El reverso del nombre que le nimba.
Y si parece pena, que le quiten la farra y el holgorio...
¿Un nombre? ¿Una historia? No, mejor la propia vida.
r e v i s t a r e v i s t a