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Hugo Mujica
o el
del e instante
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Pe d ro A l e jo G ó m e z
o el
RELÁMPAGO del INSTANTE
Por Carlos Fajardo Fajardo
“
Raro relámpago del instante” esa es la imagen exacta para
denominar y entender la poética de Hugo Mujica. Es un ins-
tante en plenitud donde se celebra a la palabra como constructora
de pensamiento, no como discurso explicativo ni retórico, sí como
estelas instantáneas que piensan y anuncian, desde alguna parte,
que al “otro lado”, en alguna “otra orilla” algo existe.
No es fácil, por lo tanto, descifrar el seductor y fugaz mis-
terio que, con rigor y cuidado, dice sólo lo que necesita decir,
oponiéndose a la anécdota, al relato minucioso de los exteriores.
Algunos la denominan poesía hermética, tal como se le deno-
minó a cierta poesía vanguardista por los que no entendieron
que esa aparente oscuridad es más bien una puerta abierta a
las transparencias, una afirmación de autonomía del poema, del
ritual a que nos invita su lectura. De allí que lo enigmático de
estos versos sea una rebelión contra el fácil oficio de entregarle
todo ya construido al lector. Por el contra-
rio, sus instantáneos relámpagos dejan que
éste continúe el poema, se vuelva también
asombro, descubra los rasgos ocultos tras
subterráneas arenas.
La concentrada palabra de Mujica se
mueve en una atmósfera entre real y telúri-
ca, diría que construye una mística íntima,
ideal, pero con raíces en la gracia de lo real,
fluctuando entre la tradición de la poesía
mistérica occidental y el espiritualismo
naturalista oriental. Aquí Heráclito y los
presocráticos dialogan con la seductora
sabiduría del haiku; Martín Heidegger con
las preguntas de los poetas filosóficos (sobre
todo con Hölderlin, Paul Celan, Ungaretti,
George Trakl, María Zambrano); o los místi-
cos que se pierden para encontrarse -pienso
en San Juan de la Cruz-, con la tradición del
verso breve en la consagración del silencio
devenido en exquisito sonido.
“Hay trozos de palabras como trozos
de espejos/ cavan por dentro” ha escrito
el poeta Mujica. Son los espejos puestos no
sólo delante de sus múltiples rostros, sino
también los de una naturaleza hecha imagen
y reflejo desde la cual el poeta pregunta por
el enigma de la vida. La naturaleza aquí no
es simple telón de fondo o un mero escenario
donde se exhibe la condición humana. Al
contrario, es totalidad cósmica, ensoñación
telúrica y terrestre, no un pretexto ni un
medio para elaborar poesía, más bien es el
Ser en sí y para sí, la energía fugaz que nos
da conciencia de la variable densidad de lo
cotidiano y que nos impulsa a meditar sobre
ese extraño acontecimiento del existir.
Lo que se conjuga en la poesía de Mu-
jica es la experiencia de lo inexpresable, el
revelar lo irrevelable, lo que para todos no
es visible; es decir, congrega lo imprevisto,
lo insólito, o mejor, las inusitadas realidades
que se encuentran dentro de las cosas, el otro
lado y su milagro. Y todo esto lo conquista
con una palabra despojada de cualquier
explicación y de banalidad utilitaria. Su
palabra nombra el mundo en su más intensa
experiencia y total desnudez.
En estas ocultas transparencias está el
hechizado ante el devenir del tiempo, “como
sobre una roca en el mar/como hundiéndose
de tanta fijeza”. Con plena sabiduría del
desgaste que el tiempo opera en el ser y en
el no ser, en la carne, en los objetos, Mujica
eleva su palabra desde el vacío y bautiza las
ausencias, las vuelve palpables a pesar de su
naturaleza efímera.
“Esos pájaros dando a luz el espacio”,
y que aletean, son sus poemas donde la
eterna y trágica dualidad, con su lucha de
contrarios se disuelve. Entonces, quietud y
cambio, pensamiento y sentimiento, sueño y
realidad, imagen y concepto, razón y pasión,
Ying y Yang se integran en una unidad so-
nora. Tal es la utópica propuesta de algunos
poetas occidentales y de los sabios poetas
de Oriente.
De esta manera viajamos por esta poesía,
página tras página, sintiendo relámpagos
que indagan hondo con serena densidad
y que construyen el fuego pero también la
oscuridad.
r e v i s t a r e v i s t a