Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 154

Samu e l Ja r amil l o ¿Sigue siendo un reproche a esta expe­ riencia singular del poeta, esta vez encarnado en un viajero que regresa? Manes de la acumulación de sentido que es la poesía, las respuestas disparatadas del interrogado, su enfeverbecida fruición por estas experiencias más amplias, colocan al lector de parte del poeta, del viajero de la imaginación. Eduardo Gómez reclama como algo no solo irrenunciable, sino como la potencialidad de contribución del poeta a la sensibilidad general, su capacidad de incursionar en los te- rritorios no acotados todavía por el conjunto social. Su imaginación es una de las lámparas que iluminan su trayectoria difícil. La otra su voluntad de exploración, su terquedad en encarar experiencias que a menudo son dolorosas, desasosegantes, perturbadoras. Búscame detrás de los árboles sumidos en la noche Más allá de las últimas casas de los barrios pobres (…) Soy el pasajero de los trenes de medianoche El viajero de barcos navegando entre nieblas O bajo cielos negros para una luna en agonía El viudo de bodas imposibles El nostálgico de la Edad de los Dioses El soñador de imperios abolidos y leyendas siniestras (…) El que tiembla en la zarza ardiente de la melancolía Y el que gime en una obscena agonía. (El viajero innumerable) Eduardo Gómez, poeta innumerable Para quien haya entendido mal, la ad­ mo­nición de Eduardo Gómez a que la poesía trascienda el ámbito confinado de lo privado no implica que deba convertirse en un instru- mento de propaganda o que debe limitarse a lo gregario, a lo fácilmente reconocible como compartido. Él exige al poeta desatar las amarras de su sensibilidad, pero orienta- da a ampliar y enriquecer el espectro de la percepción colectiva. El elan de solidaridad guía su búsqueda: Quisiera reír con colmillos de tigre Inspeccionar las casas agobiadas de muertes Los humildes dormitorios dispuestos con flores de papel y las camas desvencijadas por amores vencidos (Las noches de Caín) En esta dirección, uno de sus logros rei- terados a lo largo de su obra, es el trazo de evocaciones panorámicas y abigarradas en las que el poeta pinta al fresco de su imagi- nación paisajes mentales, culturales, a los que quien habla se acerca con una cierta de- voción de sacerdote laico, de vidente lúcido, cabalgando sobre una imaginería poderosa: la tierra, la ciudad, la noche, la civilización son atravesadas por su sobrevuelo poético: Cuando la tarde dulcifica la angustia de los barrios pobres y en las colinas populosas surgen los galanes de la muerte y los adolescentes aguzan sus puñales ardientes y las muchachas erigen sus senos como trampas fatales: cuando lujosos autos huyen de la miseria amenazante abrumados por el peso de guardas ceñidos con revólveres y el centro de la ciudad hierve de cazadores furtivos (…) (La ciudad delirante) En el desenvolvimiento de la poesía co­lombiana reciente la figura de Eduardo Gómez tiene un perfil un poco inesperado: frente a sus coetáneos, los poetas de edad más estrechamente ligada a la suya, aparece como alguien disonante y un poco solitario. Pero su poesía encuentra un lugar mucho más cómodo en la promoción posterior, en la cual tiene un reconocimiento indudable. Señalo, por ejemplo, los evidentes lazos de su obra, con esa corriente que se conoce como Poesía de la Imagen que comienza a publicar un poco después: la ambición plástica, la poesía como tensión y como li- beración, la crítica gemela de la ensoñación, que Eduardo Gómez practicaba de manera precoz y casi contra la corriente se vuelven conquistas y valores literarios reconocidos. La palabra poética de Eduardo Gómez se desdobla y se multiplica en un amplísimo espectro de temas y de planeamientos litera- rios: Ciudad antes del alba excelente título pues recoge un escenario frecuentado por el poeta, la noche que promete ya la claridad y la ciudad que se apresta a su despertar, nos ofrece una suculenta dosis de poesía que nos hace transitar por trochas y también por avenidas que hacen la vida en este mundo de cambio de siglo: la insurgencia contra gazmoñería bienpensante, las vicisitudes de la pasión amorosa, la amenaza de la vejez y de la muerte, el paraíso recuperado de la infancia, el soplo de grandes pensadores so- bre el espíritu, la violencia, las vacilaciones sobre los sacrificios que exige la construcción de la emancipación. La mañana despuntará sobre la ciudad, y nosotros lectores segui- remos leyendo la poderosa palabra de este poeta con todos los hierros que es Eduardo Gómez y que nos conmina a despertar. r e v i s t a r e v i s t a  