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Pe d ro A l e jo G ó m e z
Carto gr a fí a de los e s pe j os
breves construccio-
nes el contrapeso
equilibrado de sus
elementos las dota
de una solidez ha-
bitable, hospitala-
ria a la memoria.
Después, Tríp-
tico de la infamia
está edificado como
un prisma que arro
ja diversas luces
sobre los mismo he-
chos. Nuevas clari-
dades provenientes
de los tiempos y
modos distintos de
los tres relatos apa-
recen para revelar
aspectos que de otro modo no serían visibles.
“Se gobierna un estado como se fríe un
pez”, dice el Tao te King. Montoya abarca
con igual cuidado las miniaturas y el tamaño
de la novela.
III
La pintura, la música, los viajes y la historia
son los puntos cardinales de la brújula para
orientarse en la obra de Pablo Montoya. Pero
algo de norte hay en el sur y caminando
siempre al oriente se llega al occidente.
Algo hay en el estilo de Pablo Montoya
de quien sabe oír la pintura y ver lo que
muestra la invisible música.
Le Moine le pide a Ysabeau que “le per-
mita asomarse a su intimidad”. Hay un cua-
dro en el porte de esta y tantas otras líneas.
Hay, sin duda, una música inaudible
en las distintas frecuencias con las que el
mundo nos trae las cosas, o en esas con las
que volvemos a ellas. Toda la música ilustra
una frecuencia.
Hay en la música invisibles hilos que nos
mueven. No vemos la música. Movidos por
ella vemos las cosas de otra manera.
“La historia es el clavo en el que cuelgo
mis novelas”. Quiero ahora recordar esa cita
de Dumas que trajo mi padre en su discurso
de posesión en esta Academia, porque se que
su nombre le es entrañable.
Toda su obra transcurre sobre el telón
de la historia.
Un espíritu libertario lo mueve a usted,
querido Pablo Montoya, que sabe que es
cierto que “La fuerza, como lo afirma Con-
rad en El corazón de las tinieblas, no es más
que una casualidad nacida de la debilidad
de los otros.”
Hay un escenario ensangrentado en el
Tríptico de la Infamia, en la conquista hecha
por “siervos de dios y amos de indios” a
“cristazo limpio” según la expresión de don
Miguel de Unamuno. La conquista no ha
cesado y hay otra noche de San Bartolomé
rondando estos tiempos.
Esas certeras observaciones, ese pensa-
miento edificado con una arquitectura bien
equilibrada están al fondo de una escritura
que no esquiva el horror pero que conserva
la esperanza en la belleza. La belleza, pensa-
ba Platón, busca ser imitada por ello civiliza.
Estos son apenas los trazos de un dibujo,
la pintura es su obra indispensable.
Español:
lengua mía
1
Por Pablo Montoya
Español,
amantísima
lengua que
hablo desde niño y que hablaré cuando
esté muriendo. Morada que he utilizado para
formarme y deformarme. Para protegerme y
arriesgarme. Para comprender la orfandad
y la insignificancia. Consolación y loa de
mi cuerpo. Garita de mi rebeldía. Recinto
de mi honra y rampa de todas mis indig-
naciones. Español, lengua en la que creo
que soy y sueño lo que soy y anhelo lo que
tal vez nunca sea. Estoy aquí para celebrar
tu elongación de tantos siglos. Ese camino,
a la vez magnífico y tortuoso, prestigioso y
sórdido, que va desde una noticia de kesos
de un monje anónimo de León hasta las
elucubraciones complejas sobre libros de
un poeta de Buenos Aires. Estoy aquí para
festejar tu existencia que me da cobijo,
me arrulla y también me sobrecoge. Estoy
en esta sala académica, que ha decidido
recibirme en su seno, para decirte el amor
que te tengo y agradecerte el valor que me
das para enfrentar a la degradación y a la
muerte. Esa dosis de esperanza que significa
saberme parte de un todo. Grano de arena
de una inmensa playa que apenas recorro y
que, apoyado en ti, intento descifrar.
Español, lengua mía, cuántas cosas
esenciales has nombrado. El barro, el aire,
la sangre. El agua, el fuego, la luz. Lengua
génesis. Lengua matriz. Lengua padre y
1
Discurso de Pablo Montoya al posesionarse como
miembro Correspondiente de la Academia Colom-
biana de la Lengua. Bogotá, 21 de noviembre de
2016.
r e v i s t a r e v i s t a