Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 134
C r i sto Fi g u e roa S á n c h e z
instante al paraíso hasta desaparecer en la
levedad de “un solo de música” (Cuatro
estaciones)
Así mismo, el amor como el demonio, se
metamorfosea, adopta máscaras y persona-
lidades diversas, llega al centro del alma,
altera el ritmo y se posa en el cupido de
ojos vendados de la mitología clásica que
va lanzando flechas indiscriminadas. (Felino
caprichoso). Incluso, en el poemario casi
desaparece el yo que ama, en reemplazo
suyo queda la fuerza del amor como un
significante de múltiples aristas: mariposa
orientada a la llama, ancla que se posa en
el corazón o gato doméstico enrollado al
cuerpo amado. Es tal la intensidad de su
presencia que el yo lírico oye el amor con
los ojos cerrados (Quietud) o herido grave-
mente por él queda suspendido y no tiene
conciencia del tiempo que pasa (Pasos de
ciego). Incluso, la búsqueda del amor con-
duce al encuentro con la pareja primordial
Adán y Eva y desde el paraíso se desdobla
en parejas-cuerpos emblemáticos de unio-
nes irrenunciables- Ariadna-Teseo, Romeo
y Julieta, Paris y Helena, quienes luego de
encontrase se pierden en las fronteras entre
la vida y la muerte. (Canto ebrio)
En ocasiones, los protagonistas del poe-
ma son los amantes, detrás de quienes el yo
lírico se silencia; en estos casos se dibujan
sus trayectos existenciales: se buscan, se
encuentra, se escriben mutuamente los
cuerpos y al despedirse identifican el olvido
(Sobre el cuerpo amado); precisamente por
eso, los vaivenes de los amantes- Amor/
Desamor-, están tallados en la escritura
que los contiene en permanente tensión,
al primero como “elegía anunciada” y al
De artes y oficios de Luz mary Giraldo
segundo identificado con el abandono que
“atropella las sílabas y la esperanza” (Can-
ción sin palabras). No por casualidad en el
poema Armar y desarmar, condensación de
las dos primeras partes del poemario, el
amor se concibe como un duelo, identificado
con la “algarabía” y al mismo tiempo con
“la zozobra de las aves en vuelo”. De todas
maneras, si bien algo se muere con el amor,
su resplandor permanece como memoria de
plenitud personal y colectiva.
Finalmente, el tópico de la persecución
de la palabra que pueda de verdad enunciar
el amor es también característico de la pri-
mera parte del poemario; su decir por medio
del yo lírico, tiene efectos grandiosos en la
naturaleza, pues no sólo ella “parlotea” con
su contacto, sino que los cuerpos se “dele-
trean mutuamente” y la realización del amor
es luz que se introduce en cada letra del
abecedario poético (Digo te amo), incluso,
el amor se eterniza en su propia realización
porque puede olvidar la transitoriedad
(Amarte en esta tarde) o le abrevia al yo
lírico la distancia entre el cielo y la tierra por
medio de una cometa que simbólicamente
acorta la lejanía entre uno y otra (Entre el
cielo y la tierra).
En otras ocasiones, el yo lírico interviene
el viejo tópico del Carpe Diem de rancia
tradición literaria en Occidente: el aprove-
chamiento del momento para el disfrute del
cuerpo-manjar deviene en degustación de un
“sorbo” de vida con el cual es posible bata-
llar con la nada. Así mismo, el poema Antes
del olvido se constituye en una versión triste
de este viejo tópico, pues si bien el yo lírico
encuentra refugio y alimento existencial
en el amor- saborea y acaricia los frutos-,
desea hacerlo, identificado con el yo poético
de César Vallejo, “antes de la caída honda/
de los cristos del alma”. Finalmente, en un
momento especial, el yo lírico se hace notar
en el poema para insistir en el ir y venir de
dos que se esfuerzan por superar las duali-
dades en el instante de “ inventar” palabras
que por momentos permiten el canto del
agua, cuyo goteo “acompasado” propicia
la coincidencia de contrarios.
En la segunda parte del poemario, Arte de
desarmar, el yo lírico sin dejar de fusionarse
con su objeto poético- desarme y ruina del
amor-, suele recurrir a instancias narrativas
para soportar el lirismo, desde el cual se crean
imágenes memorables, pero usualmente
dolorosas por medio de la poetización de
motivos asociados con el adiós, el abandono,
la ausencia, el olvido, los finales, el desamor,
la desposesión afectiva y la herida incurable
en el corazón. Precisamente, el esquema lírico
que se sigue en varios de los poemas de esta
segunda parte, consiste en enumeraciones
significantes direccionadas a cercar y en-
cuadrar uno o varios significados conectados
semánticamente con dichos motivos.
Así, en un trayecto existencial el yo
lírico al colocar en la balanza afectiva las
presencias y las ausencias que lo marcan,
se desdobla en un Tu que nos implica a
todos y queda suspendido entre el amor y el
desamor con tendencia creciente hacia éste
(En la balanza). Por eso, la vuelta de pá-
gina al libro de nuestra vida, transformada
en la imagen desencantada de cuerpos que
se dan la espalda, permite percibir en una
totalidad dinámica lo amado y especialmen-
te lo desamado. (Vuelta de página). Esta
segunda sección privilegia la poetización
de los desarmes del amor y frente a lo cual,
con frecuencia el yo lírico busca alivio en la
escritura que le permite volver a la propia
casa, es decir, a la interioridad (Casa desve-
lada). Desde este espacio, el yo lírico siente
los residuos del tiempo y sabe de la imposi-
bilidad de borrar la soledad, que convertida
en silencio doloroso, “picotea agujas en el
pecho” como un pájaro asesino; la rutina
de los días parece aquietarlo todo, mientras
un yo quebrado arma y desarma su mismo
silencio ante el derrumbe. (Mientras desarmo
este silencio). Por eso, el poema Pájaros que
ensordecen invierte el sentido de este motivo
lírico colmado de alegría, luz y plenitud en la
primera parte del poemario: en la noche del
jardín destruido del amor, aquello que fue
canto de alondra muta en graznido fastidioso
que debilita la visibilidad, la cual es ahora
incapaz de percibir “el resplandor de los
poemas” (Pájaros que ensordecen).
También se destaca un grupo de poe-
mas que enuncian el desamor o narran el
doloroso adiós: frente al acabamiento del
amor, no sólo son cursis y torpes los versos
que intentan vehicularlo, sino que la única
opción del yo lírico es concentrase “en el
oficio frágil y desamparado de olvidar,” que
nuevamente se identifica con un pájaro de
“alas rotas ante la infinitud” (Monólogo que-
do). Al desvanecerse el punto de encuentro
entre los dos, el yo lírico tiene que dejar ir
al otro de su adentro, desprendimiento que
significativamente es herida “profunda en
el costado” y /”cama vacía/en noche de
invierno” (Dejarte ir); así mismo, se narra
el aturdimiento del adiós y en medio de la
lluvia desbordada y malsana emerge la pre-
gunta por la inundación de la propia casa
r e v i s t a r e v i s t a