Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 12

Ut pictura poesis: cees Nooteboom y Max Neumann Fe r nan d o Garc ía d e la Ba n da al proponerse no describir los dibujos de su amigo en sus poemas, es interesante com- parar algunos elementos comunes a ambos. Comencemos con los dibujos. La atmósfera de esta serie de treinta y tres dibujos es lúgubre, violenta, amenazante. Algo como pelo o sangre se derrama de los oídos y de miembros cercenados; hay seres automuti- lándose como parte de algún ritual macabro, cabezas cortadas, cráneos, calaveras, seres que claman al cielo, y parecen distinguirse elementos de tortura. Se trata de formas casi irreconocibles, al límite del expresionismo figurativo. Figuras deformadas, cercanas a la violencia del universo baconiano, representaciones del vacío existencial. Son seres irreales, extraña simbiosis de lo humano y lo animal, lo hu- mano y el objeto inanimado. Seres grotescos, inacabados, borrados, planos. Cabezas o rostros sin expresión, sin nariz ni boca, que solo muestran un ojo, y también calaveras. Rostros y cuerpos incompletos, sin tronco o sin miembros, pero a veces con cuernos o pinzas. La violencia o la incomunicación parecen presidir las relaciones entre estas formas truncadas. A su vez, en los textos de Nooteboom encontramos un universo y unos personajes similares a los de los dibujos. El mundo que nos presentan sus treinta y tres poemas en prosa es también a menudo violento y des- piadado, implacable, amenazante y feroz, sórdido o decadente. La muerte aparece en repetidas formas: cadáveres, muertos, esqueletos, naufragios, formas aniquiladas. En las ciudades viven seres degradados, grotescos: seres que no se tocan, pero que viven pegados unos a otros como insectos. Es un universo de incomunicación, extra- ñamiento, alienación: los personajes ape- nas intercambian unas palabras, reina un silencio ancestral. Y la naturaleza también está degradada, envenenada —tierra árida, mar contaminado, río emponzoñado— o —como la manzana de Sodoma— es ella misma venenosa. Igualmente, en lo tocante a los persona- jes, encontramos numerosas similitudes con los dibujos de Neumann, por ejemplo la bús- queda de la identidad en lo otro y los otros y la simbiosis humano-animal: hay un ser mitad humano mitad pájaro y un «doble con cabeza de perro»; la sonda que le sale por la nariz a un convaleciente es «una serpiente delgada y transparente»; hay animales que parecen hombres y hombres que parecen animales. También encontramos desdobla- mientos (dobles, alter egos), disociaciones (el narrador se encuentra con su propio cuerpo y no sabe si este lo ha reconocido; o es «un hombre que camina de su propia mano»), e identidades «fluidas» (el narrador no sabe dónde acaba él y dónde empieza lo otro y los otros). Aparecen además, como en los dibujos, formas «inacabadas» y seres a los que no se les puede ver el rostro, los ojos o la boca, o «que no tienen boca», y rostros como máscaras, escudos que protegen y ocultan. Completan el reparto multitudes, cortejos fúnebres, y personajes enajenados. Pero lo más extraordinario es que todo este conjunto sombrío y heterogéneo resulta a la vez intensamente sugerente y poético, equilibrado y sereno, como si el propósito del autor hubiera sido mostrarnos, en lugar de un relato, una forma de «meditación, au- sencia de historia, ningún desenlace» [xxii]. En cuanto a la traducción, quisiera decir que en esta ocasión, además del original neerlandés, he contado con dos excelen- tes traducciones, una de ellas, la inglesa, refrendada por la estrecha colaboración entre traductor y autor. Se trata del libro Self-Portrait of an Other, Seagull Books, 2011, traducido por David Colmer y con los dibujos de Max Neumann; y de Autoritratto di un altro, Crocetti, 1998, traducido por Fulvio Ferrari. Ambas me han allanado extraordinariamente el camino allí donde el original presenta dificultades especiales de comprensión o interpretación. He de decir que las dos traducciones me parecen extraordinarias. En mi opinión, la de David Colmer tiende más a adaptar al inglés lo más extraño del original, mientras que Fulvio Ferrari opta por una versión más literal y arriesgada de los pasajes más difíciles. A ambos traductores les estoy agradecido, pues me han indicado el camino en más de una ocasión. Al tratarse de poemas en prosa, mi pro­ pósito principal ha sido seguir el ritmo del original, por medio de mantener en lo posible las inversiones y de tratar de encontrar en castellano el tono adecuado, el que correspon- de a ese clima que el autor desea crear como contrapartida literaria a los dibujos de Max Neumann. Para esto último es fundamental ser rigurosamente fiel al repertorio léxico de Nooteboom, sin afearlo ni embellecerlo, no tratar de «normalizar» la extrañeza del r e v i s t a r e v i s t a  