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Ut pictura poesis: cees Nooteboom y Max Neumann
Fe r nan d o Garc ía d e la Ba n da
al proponerse no describir los dibujos de su
amigo en sus poemas, es interesante com-
parar algunos elementos comunes a ambos.
Comencemos con los dibujos. La atmósfera
de esta serie de treinta y tres dibujos es
lúgubre, violenta, amenazante. Algo como
pelo o sangre se derrama de los oídos y de
miembros cercenados; hay seres automuti-
lándose como parte de algún ritual macabro,
cabezas cortadas, cráneos, calaveras, seres
que claman al cielo, y parecen distinguirse
elementos de tortura.
Se trata de formas casi irreconocibles, al
límite del expresionismo figurativo. Figuras
deformadas, cercanas a la violencia del
universo baconiano, representaciones del
vacío existencial. Son seres irreales, extraña
simbiosis de lo humano y lo animal, lo hu-
mano y el objeto inanimado. Seres grotescos,
inacabados, borrados, planos. Cabezas o
rostros sin expresión, sin nariz ni boca, que
solo muestran un ojo, y también calaveras.
Rostros y cuerpos incompletos, sin tronco
o sin miembros, pero a veces con cuernos
o pinzas. La violencia o la incomunicación
parecen presidir las relaciones entre estas
formas truncadas.
A su vez, en los textos de Nooteboom
encontramos un universo y unos personajes
similares a los de los dibujos. El mundo que
nos presentan sus treinta y tres poemas en
prosa es también a menudo violento y des-
piadado, implacable, amenazante y feroz,
sórdido o decadente. La muerte aparece
en repetidas formas: cadáveres, muertos,
esqueletos, naufragios, formas aniquiladas.
En las ciudades viven seres degradados,
grotescos: seres que no se tocan, pero que
viven pegados unos a otros como insectos.
Es un universo de incomunicación, extra-
ñamiento, alienación: los personajes ape-
nas intercambian unas palabras, reina un
silencio ancestral. Y la naturaleza también
está degradada, envenenada —tierra árida,
mar contaminado, río emponzoñado— o
—como la manzana de Sodoma— es ella
misma venenosa.
Igualmente, en lo tocante a los persona-
jes, encontramos numerosas similitudes con
los dibujos de Neumann, por ejemplo la bús-
queda de la identidad en lo otro y los otros
y la simbiosis humano-animal: hay un ser
mitad humano mitad pájaro y un «doble con
cabeza de perro»; la sonda que le sale por la
nariz a un convaleciente es «una serpiente
delgada y transparente»; hay animales que
parecen hombres y hombres que parecen
animales. También encontramos desdobla-
mientos (dobles, alter egos), disociaciones
(el narrador se encuentra con su propio
cuerpo y no sabe si este lo ha reconocido;
o es «un hombre que camina de su propia
mano»), e identidades «fluidas» (el narrador
no sabe dónde acaba él y dónde empieza lo
otro y los otros). Aparecen además, como en
los dibujos, formas «inacabadas» y seres a
los que no se les puede ver el rostro, los ojos
o la boca, o «que no tienen boca», y rostros
como máscaras, escudos que protegen y
ocultan. Completan el reparto multitudes,
cortejos fúnebres, y personajes enajenados.
Pero lo más extraordinario es que todo este
conjunto sombrío y heterogéneo resulta a
la vez intensamente sugerente y poético,
equilibrado y sereno, como si el propósito
del autor hubiera sido mostrarnos, en lugar
de un relato, una forma de «meditación, au-
sencia de historia, ningún desenlace» [xxii].
En cuanto a la traducción, quisiera decir
que en esta ocasión, además del original
neerlandés, he contado con dos excelen-
tes traducciones, una de ellas, la inglesa,
refrendada por la estrecha colaboración
entre traductor y autor. Se trata del libro
Self-Portrait of an Other, Seagull Books,
2011, traducido por David Colmer y con los
dibujos de Max Neumann; y de Autoritratto
di un altro, Crocetti, 1998, traducido por
Fulvio Ferrari. Ambas me han allanado
extraordinariamente el camino allí donde
el original presenta dificultades especiales
de comprensión o interpretación. He de
decir que las dos traducciones me parecen
extraordinarias. En mi opinión, la de David
Colmer tiende más a adaptar al inglés lo más
extraño del original, mientras que Fulvio
Ferrari opta por una versión más literal y
arriesgada de los pasajes más difíciles. A
ambos traductores les estoy agradecido,
pues me han indicado el camino en más de
una ocasión.
Al tratarse de poemas en prosa, mi pro
pósito principal ha sido seguir el ritmo del
original, por medio de mantener en lo posible
las inversiones y de tratar de encontrar en
castellano el tono adecuado, el que correspon-
de a ese clima que el autor desea crear como
contrapartida literaria a los dibujos de Max
Neumann. Para esto último es fundamental
ser rigurosamente fiel al repertorio léxico
de Nooteboom, sin afearlo ni embellecerlo,
no tratar de «normalizar» la extrañeza del
r e v i s t a r e v i s t a