Revista Casa Silva Nos. 30 - 31 R.CasaSilva 30-31 completa | Page 112

Joh n Fi t z g e r ald To r re s Decía Carroll: “Mantengo que todo escri- regocijo de matemáticos y filósofos, fuente tor tiene el derecho inalienable a dar el sen- de paradojas, paradigma de creatividad, tido que mejor le plazca a una determinada modelo de literatura para niños… Incluso palabra o frase… Así, por ejemplo, sin un au- la dimensión que el libro ha cobrado con el tor advierte, antes de comenzar el libro, que tiempo permitió a Virginia Wolf afirmar que donde dice ‘blanco’ debe entenderse ‘negro’, “Alicia no es un libro ‘para’ niños, es un libro y viceversa, yo no tengo más remedio que mediante el cual nosotros, los lectores adultos, aceptar su juicio, por irracional que me parez- volvemos a ser niños de nuevo”. ca.” Adhiriendo a tal sentencia, empecemos Publicado hace poco más de 150 años, en entonces advirtiendo que, en una suerte de 1865, el libro tuvo su origen, según cuenta la homenaje, esta confe- anécdota conocida, tres rencia es una aventura años antes, la tarde del en sí misma, un viaje 4 de julio, en un paseo a ínsulas desconocidas, por el río Támesis, que así como una invitación hiciera el reverendo y para asomarnos una profesor de matemáticas vez más a las aventuras Charles Lutwidge Dodg- de esta niña eterna que son (más tarde Lewis nos acompaña desde la Carroll) en compañía infancia, a través del de tres niñas amigas profundo y múltiple suyas, las hermanitas espejo de la poesía. Lorine Charlote, Alice Pocas veces en la li- y Edith Liddell, hijas teratura, un libro desti- del sacerdote anglicano nado expresamente a los bajo cuya tutoría se en- niños consigue articular contraba como diácono Lewis carroll y su modelo alicia, de manera afortunada de la Cristh Church de en el país de las maravillas las diversas y singulares Oxford. Completaba el obsesiones del autor, como sucede en Alice´s grupo el diácono Robinson Duckwork. A adventures in Wonderland: lógica y disparate, petición de Alicia, entonces de diez años, crítica y exaltación, diversión y reflexión, que se sentía bastante aburrida en el paseo, dibujo y fotografía, realismo y fantasía, Dodgson inventaría la primera versión de matemáticas y poesía… Y en vista de tal mis- la historia. celánea, el relato de Alicia ha sido objeto de Para la Gran Bretaña, el XIX fue un siglo los más disímiles análisis: cantera inagotable calado de esplendor. Alentados por el senti- para el sicoanálisis, nido de asombro para los miento de grandeza, sus hombres aportaron lingüistas, catálogo de críticas a la sociedad al mundo invenciones tecnológicas decisivas victoriana para los sociólogos, pista incri- y avances científicos que cambiarían el curso minatoria para los detectives de la historia, de la historia y dilatarían las fronteras del Alicia en el espejo de la poesía conocimiento y de la imaginación (Charles Darwin formulaba, por ejemplo, la teoría de la evolución y originaría el debate pre- cisamente allí en Oxford); sus ejércitos, exploradores y aventureros, empeñados en fortalecer el espíritu conquistador que les caracterizó por siglos, extendieron sus fronteras físicas y culturales por África, Australia, Asia y América. Invenciones e invasiones exitosas fomen- taban su confianza en la razón o la fuerza e insuflaban en los pechos el aire del progreso. La mano firme y decisiva de la reina Victoria marcaba el rumbo bajo la consigna misma que era su nombre y fortalecía la convicción de los ingleses en su destino superior. En tal atmósfera la literatura inglesa hizo dos descubrimientos singulares: por una parte descubrió de la mano del humor (que tenía enormes antecedentes en Shakespeare y Laurence Stern) la vertiente del nonsense (el sin sentido); y por otro lado, descubrió a los niños como receptores activos, ávidos y exigentes de buena y bien presentada litera- tura. Y quizás un tercero: reveló el profundo valor del juego y lo incorporó como una práctica formal en las relaciones sociales. Demos una mirada sobre el nonsense. El más claro antecedente lo encontramos en el ilustrador, pintor y poeta británico Edward Lear (Londres, 1812- San Remo, 1888), autor de una suerte de juegos poéticos y de imagen orientados a los niños, que se ver- tían en pequeñas estructuras versificadas denominadas LIMERICKS. En los poemas de Lear el privilegio de la composición sintáctica fuerza la semántica ocasionando sorpresas de sentido: en consecuencia, cinco versos en una rima del tipo aabba condensan un disparate en el que se trastocan todas las reglas del sentido, de la lógica y del lenguaje mismo. Lear recoge una arraigada tradición anglosajona denominada los nursery rhymes o canciones de cuna (o se remonta quizás a los mad songs del medioevo, cancioncillas breves e incoherentes que eran concebidas y entonadas en las calles por los orates mendi- cantes a cambio de monedas y provisiones). A partir de sus producciones, reunidas espe- cialmente en dos libros (Book of Nonsenses, de 1845 y de 1872), que estaban en especial orientadas a los lectores más jóvenes, con aire desenfadado Lear introdujo en la litera- tura inglesa lo que se denominó el nonsense o sinsentido. Las historias absurdas conteni- das en aquellos versos las acompañaba Lear con viñetas igualmente disparatadas que resultaban muy divertidas y que en muchas ocasiones ironizaban con la apariencia de los personajes (algunos han encontrado en ellas antecedentes de los chistes gráficos y los cómics de hoy). George Orwell, el autor de 1984 y de Rebelión en la granja, dijo alguna vez que Lear fue “uno de los primeros autores en explorar la fantasía pura”, y su estela se prolonga incluso hasta los dadaístas y su- rrealistas europeos, incluso hasta Becket, Kafka y el existencialismo; en nuestro idio- ma hay quienes han intentado sus lecciones, como el español Leopoldo María Panero y la argentina María Helena Walsh (cuyo libro Zoo Loco con 42 limericks protagonizados por animales es ciertamente de lo mejor). En la traducción se pierde sin duda mucho de la diversión, pero veamos algu- nos limericks de Lear muy célebres, en una traducción mía: r e v i s t a r e v i s t a  