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Joh n Fi t z g e r ald To r re s
Decía Carroll: “Mantengo que todo escri-
regocijo de matemáticos y filósofos, fuente
tor tiene el derecho inalienable a dar el sen-
de paradojas, paradigma de creatividad,
tido que mejor le plazca a una determinada
modelo de literatura para niños… Incluso
palabra o frase… Así, por ejemplo, sin un au-
la dimensión que el libro ha cobrado con el
tor advierte, antes de comenzar el libro, que
tiempo permitió a Virginia Wolf afirmar que
donde dice ‘blanco’ debe entenderse ‘negro’,
“Alicia no es un libro ‘para’ niños, es un libro
y viceversa, yo no tengo más remedio que
mediante el cual nosotros, los lectores adultos,
aceptar su juicio, por irracional que me parez-
volvemos a ser niños de nuevo”.
ca.” Adhiriendo a tal sentencia, empecemos
Publicado hace poco más de 150 años, en
entonces advirtiendo que, en una suerte de
1865, el libro tuvo su origen, según cuenta la
homenaje, esta confe-
anécdota conocida, tres
rencia es una aventura
años antes, la tarde del
en sí misma, un viaje
4 de julio, en un paseo
a ínsulas desconocidas,
por el río Támesis, que
así como una invitación
hiciera el reverendo y
para asomarnos una
profesor de matemáticas
vez más a las aventuras
Charles Lutwidge Dodg-
de esta niña eterna que
son (más tarde Lewis
nos acompaña desde la
Carroll) en compañía
infancia, a través del
de tres niñas amigas
profundo y múltiple
suyas, las hermanitas
espejo de la poesía.
Lorine Charlote, Alice
Pocas veces en la li-
y Edith Liddell, hijas
teratura, un libro desti-
del sacerdote anglicano
nado expresamente a los
bajo cuya tutoría se en-
niños consigue articular
contraba como diácono
Lewis carroll y su modelo alicia,
de manera afortunada
de la Cristh Church de
en el país de las maravillas
las diversas y singulares
Oxford. Completaba el
obsesiones del autor, como sucede en Alice´s
grupo el diácono Robinson Duckwork. A
adventures in Wonderland: lógica y disparate,
petición de Alicia, entonces de diez años,
crítica y exaltación, diversión y reflexión,
que se sentía bastante aburrida en el paseo,
dibujo y fotografía, realismo y fantasía,
Dodgson inventaría la primera versión de
matemáticas y poesía… Y en vista de tal mis-
la historia.
celánea, el relato de Alicia ha sido objeto de
Para la Gran Bretaña, el XIX fue un siglo
los más disímiles análisis: cantera inagotable
calado de esplendor. Alentados por el senti-
para el sicoanálisis, nido de asombro para los
miento de grandeza, sus hombres aportaron
lingüistas, catálogo de críticas a la sociedad
al mundo invenciones tecnológicas decisivas
victoriana para los sociólogos, pista incri-
y avances científicos que cambiarían el curso
minatoria para los detectives de la historia,
de la historia y dilatarían las fronteras del
Alicia en el espejo de la poesía
conocimiento y de la imaginación (Charles
Darwin formulaba, por ejemplo, la teoría
de la evolución y originaría el debate pre-
cisamente allí en Oxford); sus ejércitos,
exploradores y aventureros, empeñados
en fortalecer el espíritu conquistador que
les caracterizó por siglos, extendieron sus
fronteras físicas y culturales por África,
Australia, Asia y América.
Invenciones e invasiones exitosas fomen-
taban su confianza en la razón o la fuerza e
insuflaban en los pechos el aire del progreso.
La mano firme y decisiva de la reina Victoria
marcaba el rumbo bajo la consigna misma
que era su nombre y fortalecía la convicción
de los ingleses en su destino superior.
En tal atmósfera la literatura inglesa hizo
dos descubrimientos singulares: por una
parte descubrió de la mano del humor (que
tenía enormes antecedentes en Shakespeare
y Laurence Stern) la vertiente del nonsense
(el sin sentido); y por otro lado, descubrió a
los niños como receptores activos, ávidos y
exigentes de buena y bien presentada litera-
tura. Y quizás un tercero: reveló el profundo
valor del juego y lo incorporó como una
práctica formal en las relaciones sociales.
Demos una mirada sobre el nonsense. El
más claro antecedente lo encontramos en el
ilustrador, pintor y poeta británico Edward
Lear (Londres, 1812- San Remo, 1888),
autor de una suerte de juegos poéticos y de
imagen orientados a los niños, que se ver-
tían en pequeñas estructuras versificadas
denominadas LIMERICKS. En los poemas
de Lear el privilegio de la composición
sintáctica fuerza la semántica ocasionando
sorpresas de sentido: en consecuencia, cinco
versos en una rima del tipo aabba condensan
un disparate en el que se trastocan todas las
reglas del sentido, de la lógica y del lenguaje
mismo. Lear recoge una arraigada tradición
anglosajona denominada los nursery rhymes
o canciones de cuna (o se remonta quizás a
los mad songs del medioevo, cancioncillas
breves e incoherentes que eran concebidas y
entonadas en las calles por los orates mendi-
cantes a cambio de monedas y provisiones).
A partir de sus producciones, reunidas espe-
cialmente en dos libros (Book of Nonsenses,
de 1845 y de 1872), que estaban en especial
orientadas a los lectores más jóvenes, con
aire desenfadado Lear introdujo en la litera-
tura inglesa lo que se denominó el nonsense
o sinsentido. Las historias absurdas conteni-
das en aquellos versos las acompañaba Lear
con viñetas igualmente disparatadas que
resultaban muy divertidas y que en muchas
ocasiones ironizaban con la apariencia de
los personajes (algunos han encontrado en
ellas antecedentes de los chistes gráficos y
los cómics de hoy).
George Orwell, el autor de 1984 y de
Rebelión en la granja, dijo alguna vez que
Lear fue “uno de los primeros autores en
explorar la fantasía pura”, y su estela se
prolonga incluso hasta los dadaístas y su-
rrealistas europeos, incluso hasta Becket,
Kafka y el existencialismo; en nuestro idio-
ma hay quienes han intentado sus lecciones,
como el español Leopoldo María Panero y la
argentina María Helena Walsh (cuyo libro
Zoo Loco con 42 limericks protagonizados
por animales es ciertamente de lo mejor).
En la traducción se pierde sin duda
mucho de la diversión, pero veamos algu-
nos limericks de Lear muy célebres, en una
traducción mía:
r e v i s t a r e v i s t a