Nuestra palabra
En mi calle
teníamos una palabra
que no sabíamos. Las garras de la noche
la encontraron jugando
en el tobogán de la plaza.
A veces
uno la veía
bañándose en la tierra
o la encontraba
colgando ropa en el patio. En mi calle
teníamos una palabra
que no sabíamos.
Nunca supimos su nombre.
Era una palabra
más grande que nuestra boca.
Un invierno,
llegaron los dueños del mundo
ojos de nubarrón
tronando en otro idioma
buscándola.
Porque la palabra
tenía mucho cielo en su cabeza
dijeron,
porque sus letras no sonaban a hierro
y su perfume era azul.
Porque sus dientes parecían de juguete
decretaron,
y sus piernas recordaban una canción.
Entonces
se hizo la tormenta.
Pero vinieron a fabricarle una frontera
a plantarle un mapa de púa
a colgarle el mundo en la ventana
marchitándola.
Y nos ordenaron:
así no se habla
eso no se hace
acá nadie piense.
La palabra no se pudo salvar.
Ahora
mi calle es una pregunta
un zumbido que nadie quiere oír
una mancha en la voz.
Ahora
nuestra lengua
es más chica que los sueños
y el mundo
tiene el tamaño del silencio.
Escrito para la obra de danza Ir y Volver (Auditorio Nacional del Sodre, 2015)
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