Capítulo 2 de Viralata (2015)
Nunca conocí nadies que tuviera familia con árbol de rey. En Artiga, to-
das las familia istán podada. Faltan padres, gajos, abuelos, ramas grue-
sas para agüentar las locura de cada istación. Nesta quinta, nadies
sabe bien de qué planta es hijo. Semo yuyo.
Así nos hicieron. Una mitad de cada cosa, sin ser cosa intera nunca. To-
dos viralata como el cusco de los Quevedo. Cada uno trae una mitad
mas no incontra nunca la
otra metade. Viemo pra se ir, mientras cuchilamos en la vereda, ispe-
rando el milagre.
Fui descobrindo, con los año, que el nombre que yo tinha no era mi
nombre, que las semilla istaban cambiada. Y me fui murchando como
mi árbol.
La historia de mis día no es tan diferente del resto de la de mis vecino.
En la frontera, los destino se van repetindo como el color de las casa.
Semo un barrio unido. Dios, cuando pasó por acá, nos ató en la miseria.
Las rama que faltan en mi árbol sobran en las del Correa, y los Quevedo
tienen tanto gajo quebrado, que ni ellos saben quiénes son.
Yo no sé si en otras ciudad pasa lo mesmo que en Artiga. ¿Será que la
frontera es una tormenta que isparrama gajos y nos deja así, con ganas
de completarnos? ¿Será que este viento poda las familia? Todo el tiem-
po iscarvando, enllenando las uña de tierra, sin incontrar el nombre das
semilla, el color de sus ojo, el perfume que tenía sus hombro. Agrandan-
do los oído para que entren todas las versión que la gente va cosiendo.
Al final, uno solo é isso, retazos de palabras.
Capítulo 54 de Viralata (2015) Fragmento
Mi madre intregó sus día a medir y cortar tela, pegar botón, hacer do-
bladillo. Dio su columna y sus mano, los resto de sus ojo a vestir los ve-
cino, y eso es una de las mejor cosa que una persona puede hacer,
emprestó su vida para abrigar a los demás.
Ojalá estas palabra sirvieran para envolver a alguien. Me gustaría que
los ojo que incuentren mis papel, sientan que corté bien los sonido,
que pegué los botón de cada frase para que en ellas entre mis recuer-
do. Quisiera que la vizinha que iscute mis caderno, possa salir contente
como cuando la gente se ía de mi casa despós de que mi madre en-
tregaba las costura.
Cuando llegue el día que Dios de vuelta mis hoja, quiero que las furmi-
ga se repartan mis palabra para poder alimentarse en algún invierno
del norte.
37