Revista Caminantes 003 - Octubre 2014 | Page 39

Llega uno al pueblo y se encuentra con su gente amable. Gente callada en apariencia pero que te saluda con amabilidad. Te dan sus manos callosas por el frío. Una vez que uno entra en confianza ya no son tan callados. Te hablan de su vida, de sus recorridos en el páramo, de las truchas, de las vacas y también del fútbol. Hasta te hacen chistes. Si el día está despejado, roza lo espectacular. El cielo azul contrasta con el verde de los bosques. Pero si llueve es fastidioso. Y muy frío. Cae esa lluvia finita que parece que no moja pero luego te das cuenta que tienes la ropa hecho sopa. Aunque no se ven mucho a menos que camines por hora en los páramos esta es tierra de osos y tapires, de cóndores y pumas, de curiquingues y de venados. Y como decía es una tierra de misterios y leyendas. Por ejemplo, poca gente sabe que la venerada virgen de El Quinche que tanta devoción genera, fue primero la virgen de Oyacachi. Aquí estuvo varios años. Sin embargo, dicen la historia popular que un día llegó un párroco de El Quinche y al ver que la gente tenía a la virgen junto a unas cabezas de osos a quienes también veneraban se enfureció y se llevó a la virgen. Otra historia relacionada cuenta que Oyacachi era un lugar plano, pero que como la comunidad se portó mal, la virgen al irse lanzó una maldición y la tierra se arrugó y se transformó en la serie de valles y montañas que es ahora. También circula con frecuencia la historia de Juan Oso, el hijo de un oso y una mujer que mató a su padre para escapar de la cueva donde su padre los tenía encerrados. Y muchas otras historias donde son protagonistas los lobos, los conejos, las montañas y seres fantásticos. La magia de estos sitios no es el paisaje o su gente. Es la combinación de ambos y esa relación centenaria o milenaria de los pueblos arraigados a la tierra. 39